Empecemos planteándonos dos cuestiones: ¿cuáles son las características de la nueva generación que estamos formando? y ¿qué tipo de personas tendrán que ser en un futuro?
La escuela es considerada en ocasiones, como un modelo diseñado pensando que el éxito se mide aprobando los exámenes, que los chicos más inteligentes, y con más talento son quienes obtienen las mejores calificaciones y que debemos trabajar para dar una buena respuesta a ese alumnado. Por eso, en ocasiones, se centran los esfuerzos en esta dirección olvidando que en cada aula hay un grupo de alumnos y alumnas que suspenden asignaturas, rinden por debajo de sus posibilidades o no están bien adaptados porque no encuentran su espacio. Si profundizamos en estos casos, descubrimos en estos niños y niñas, personas bien dotadas y, con intereses atractivos y valiosos para compartir de los que no somos capaces de sacar el suficiente provecho.
Un aspecto que determina el fracaso es que el sistema educativo se limita a poner de manifiesto lo que no saben hacer, y no tanto a resaltar lo que sí saben.
Mientras que la tradición escolar ha identificado el conocimiento con la acumulación de saberes ordenados, clasificados y jerarquizados, hoy sabemos que el conocimiento se construye individualmente, que el aprendizaje es una actividad intencional y que por tanto, depende de la voluntad y de la predisposición para participar en este proceso de enseñanza-aprendizaje
También sabemos que la educación necesita dar respuesta a los desafíos que surgen: las nuevas formas de conocer, la creciente complejidad social de incertidumbre y contradicción; las nuevas necesidades que genera la sociedad, etc
La nueva generación es innovadora, activa, creativa y divergente, independiente, multicultural, muy bien preparada para un mundo tecnológico y que hacen uso de la nuevas tecnologías sin que haya que mostrárselas , saben hacer de manera innata cómo enterarse de cosas nuevas sin que sea necesario decírselo,…. Nosotros, los docentes, debemos transformar estas fortalezas en recursos que permitan compensar tanto las debilidades personales como las propias del sistema educativo.
Debemos tener bien presente el futuro y saber que para responder adecuadamente a lo que precisan nuestros alumnos tenemos que abordar de modo más creativo la forma en la que presentamos el aprendizaje para hacerlo dinámico, interesado y relevante. En cada una de las aulas existe un porcentaje de chicos y chicas que se niegan a aprender porque no ven el sentido a esa forma de aprendizaje y porque éste no responde ni a sus necesidades ni a lo que demanda la sociedad del momento.
A Guy Claxton que dirige un programa educativo llamado “Building Learning Power”, le interesa más allá del “aprender a aprender”, la formación de “aprendices poderosos”, de powerful learners, y de una cultura del aprendizaje. Considera que hay que ayudar a formar el “sujeto que aprende”, a través cuatro grandes fortalezas que debe adquirir, las cuales define como las cuatro “R” del poder de aprendizaje:
- La resiliencia: implica estar preparado y dispuesto y ser capaz de centrarse en el aprendizaje. Estamos hablando de motivación y disfrute con el aprendizaje, lo que favorece la capacidad de atención y de ser consciente de lo que se está haciendo además de la perseverancia en la tarea. Dentro de la resiliencia, Claxton considera la tenacidad o capacidad para no desviarse de un objetivo marcado, como un factor muy determinante.
- Los recursos: supone estar preparado, dispuesto y ser capaz de aprender de modos diversos. Los alumnos deben aprender a realizar una serie de procesos (preguntar, relacionar, imaginar, razonar, aplicar) que les permitan aprender mejor y poder sacar partido de todas sus potencialidades y talentos.
- La reflexión: permite estar preparado, dispuesto y ser capaz de desarrollar un aprendizaje más estratégico. Para ello, los alumnos deben planificar, revisar, aprender de la experiencia, tener el aprendizaje como meta.
- La reciprocidad: implica estar preparado, dispuesto y ser capaz de aprender tanto a solas como con otras personas. Es en esta “R” donde situaríamos una serie de habilidades como independencia, sociabilidad, colaboración, empatía,..
Si profundizamos en el sentido de cada una de estas fortalezas, sabríamos qué precisan los alumnos para convertirse en “aprendices poderosos”:
- Niveles altísimos de confianza. Ser adaptables, capaces de utilizar su creatividad natural, siendo conscientes de sus propias fortalezas y debilidades.
- Mayor conciencia de sí mismos a nivel emocional e intelectual, además de ser capaces de establecer relaciones de manera rápida, efectiva y en muchas ocasiones “virtual”.
- Un entorno que emana tranquilidad y seguridad.
- Un modo más creativo de presentación del aprendizaje para hacerlo dinámico, interesado y relevante.
- Capacidad para saber acceder a las informaciones necesarias, seleccionarlas, articularlas y aplicarlas a un determinado objetivo.
- Espíritu emprendedor tanto para su propio éxito como para la estabilidad de la sociedad de la que van a participar en un futuro.
- Fomentar un espíritu crítico que les permita filtrar la cantidad de información y de influencias externas, positivas y negativas.
Los educadores debemos asegurar que nuestros alumnos se formen en un sistema educativo que desarrolle su autoestima y su conciencia del mundo, sus aspiraciones y valores y la seguridad en sí mismos para ser capaces de ver el papel positivo que van a desempeñar en la sociedad.
La escuela debe convertirse en un lugar donde chicos y chicas desarrollen sus “fortalezas del aprendizaje” y trabajen sus “músculos del aprendizaje”, como dice Guy Claxton, para convertirse en aprendices confiados, capaces y poderosos a lo largo de su vida. En nuestras manos reside el poder dotarlos de todas estas herramientas imprescindibles.