24 julio, 2015

Con este artículo cierro esta serie sobre el acoso escolar, centrándome en las recomendaciones sobre cómo actuar cuando tenemos la certeza de que se está dando un caso de acoso escolar en nuestro centro.

Una de las premisas fundamentales es actuar cuanto antes, haciéndolo de forma discreta para evitar que pueda generar más angustia en la víctima o un recrudecimiento de las acciones del acosador en espacios que no podamos controlar. Es importante informar a Inspección Educativa, comenzando de inmediato con las acciones establecidas en el protocolo.

De forma general, debemos procurar darle una importancia justa a los hechos, evitando que se vean como algo usual que ha pasado desde siempre. El acoso, como ya he comentado previamente, puede convertirse en un suceso terrible tanto para las víctimas como para los estudiantes que están a su alrededor. Además, puede representar grave problema para una adecuada construcción del yo social de cada alumno.

La discreción que comentaba, implica un respeto a la confidencialidad de todos los testimonios, haciendo todo lo posible por mantener en secreto la identidad tanto de acosador y víctima, como de los alumnos que hayan podido dar información sobre lo ocurrido. Esta cuestión no sólo tiene importancia por el tratamiento que debe dársele a la información, sino también porque actuar de otra forma podría condicionar el desarrollo del proceso.

Debemos evitar también que los acosadores y las víctimas, así como sus respectivas familias, sean citados de forma simultánea. En la mayor parte de las ocasiones tanto los estudiantes como sus familias viven este proceso de una forma muy dolorosa, lo que puede dificultar nuestras actuaciones si queremos poner en marcha herramientas de mediación.

Al actuar con el alumno, víctima del acoso, debemos tener en cuenta, por encima de todo, la necesidad de que se sienta comprendido, de que note que puede contar con el Equipo Docente para ayudarle en la situación que está viviendo. Esto implica diversas cuestiones como la escucha activa por parte del profesorado, mantener la confidencialidad de las conversaciones y tomar medidas que puedan ser advertidas por la víctima. Es conveniente nombrar de forma directa a un profesor para que se haga responsable de la situación, además de alertar a los docentes que puedan estar en las guardias, en el patio o en las zonas comunes, para que observen la situación en los diferentes espacios. Si el alumno sabe, además, que puede contar con ese apoyo comenzará a sentirse más seguro en el centro.

Es importante que estas medidas sean comunicadas a la familia, haciéndoles partícipes tanto de las decisiones como de las actuaciones del centro, para que puedan sentir que se están trabajando para la resolución del problema. Es conveniente también que, en caso de que fuera necesario, se les oriente sobre la ayuda que pueden encontrar por parte de otras instituciones, especialmente aquellos programas que puedan llevarse a cabo dentro del propio municipio.

Debemos tener en cuenta que las familias pueden sentirse absolutamente sobrepasadas por la situación, sin saber muy bien de que forma deben conducirse. Si somos capaces de calmarles, de darles confianza y de orientarles con respecto a la forma más adecuada de ayudar a su hijo o hija, podremos actuar de forma coordinada. Una de las cuestiones más importantes es evitar que puedan pensar en tomar algún tipo de represalia violenta contra el estudiante acosador o su familia, lo que sin duda agravaría mucho la situación.

Con su grupo de compañeros es donde quizá tenemos la labor más importante, puesto que de la regulación de la convivencia entre ellos dependerá buena parte del éxito de nuestras intervenciones. Por esa razón debemos intentar buscar la colaboración del grupo, fomentando la cooperación con las actuaciones del centro, y, sobre todo, concienciándoles de la necesidad de mantener un adecuado clima de respeto. Deben comprender también que ocultar este tipo de actuaciones y no comunicarlas al centro es también algo muy grave, que puede tener unas terribles consecuencias para la víctima.

Con respecto a las actuaciones con los acosadores, debemos cuidar mucho las entrevistas, realizándolas por separado, para obtener la máxima información posible. Antes de sancionar debemos buscar la posibilidad de facilitar vías de arrepentimiento y reparación del daño. Esto no evita que, si la situación lo requiere, debamos tomar todas las medidas disciplinarias necesarias. Posteriormente debemos llevar a cabo un seguimiento cercano para asegurarnos de que este tipo de actuaciones no vuelven a repetirse. Con las familias de los acosadores también conviene, al igual que con la familia de la víctima, que mantengamos un contacto constante para informarles de las medidas adoptadas, de la evolución del caso y conseguir, de esta forma, que su actitud sea más de colaboración que de enfrentamiento.

El acoso escolar es una de las más terribles lacras para la convivencia en los centros, por lo que debemos hacer todo lo posible por erradicarlo de nuestras aulas. Espero haber ayudado, en la medida de lo posible, con estas breves recomendaciones que he desgranado en los últimos cuatro artículos.