La palabra es la herramienta fundamental para la adquisición del conocimiento, para la reflexión personal y para la relación entre las personas. Su utilización en nuestros centros educativos es constante. Cuando dos personas interactúan mediante la palabra nace el diálogo. Este diálogo, para ser efectivo, debe tener como sustento principal la escucha activa por parte de los participantes. Mediante esa escucha activa, podemos entender los planteamientos de otra persona, confrontar ideas o modificar nuestro pensamiento.
Todos sabemos lo difícil que es el verdadero diálogo en nuestra sociedad, y cómo, en la mayor parte de las ocasiones, los conflictos surgen de una falta de atención en las conversaciones. Los malentendidos no se derivan siempre de un mal uso del lenguaje, sino de lo poco que escuchamos a las personas con las que dialogamos. La necesidad humana de la comunicación se está convirtiendo, en nuestra sociedad, en una necesidad de ser escuchados; lo malo es que si no hay comunicación real tampoco hay escucha real. Por esa razón, cada vez están surgiendo más voces, en el terreno educativo, que buscan en estrategias dialógicas su principal componente de transformación. Estas estrategias, pasan por atender, en un primer momento, al cambio en la forma de relacionarse que tienen los alumnos. Porque un uso adecuado del diálogo transforma por completo nuestra interacción con los demás, favorece la negociación ante diferentes puntos de vista y mejora la comprensión del otro.
El poder de esta herramienta tan cotidiana cobra especial importancia cuando se observa las mejoras que produce un aprendizaje dialogado, tanto en los resultados como en la convivencia en las aulas. En la mayor parte de los casos, darle a los estudiantes la posibilidad de construir el aprendizaje a través del diálogo, no sólo contribuye a mejorar la adquisición de conocimientos, puesto que ellos mismos forman parte activa en su elaboración; también conseguimos mejorar otra serie de competencias fundamentales como el trabajo en equipo, la mejora de la convivencia y el desarrollo de su capacidad de organización.
Este tipo de estrategias, que siempre han tenido un peso específico en diversas teorías educativas, están tomando todavía más relevancia gracias a las Comunidades de Aprendizaje. Este proyecto educativo, basado, precisamente, en la interacción dialógica entre docentes y estudiantes, está obteniendo muy buenos resultados en diferentes ámbitos socioeconómicos, demostrando cómo un buen sistema puede llegar a funcionar con independencia de donde se implante. La práctica demuestra que la interacción favorece el aprendizaje y cuando consigues que diversos alumnos interactúen entre ellos para cumplir una serie de objetivos de forma colaborativa, los buenos resultados suelen acompañar al esfuerzo.
Es cierto que, de cara al profesorado, estamos hablando de un gran cambio metodológico. Un nuevo sistema que prescinde de los libros para trabajar por proyectos en diferentes ámbitos. Además, el docente debe estar preparado para poner en marcha toda una serie de estrategias de comunicación destinadas a mejorar la interacción entre el alumnado. Estas dos cuestiones exigen, es cierto, una gran implicación del profesorado y una preparación previa para poner en marcha estas estrategias, pero posteriormente, cuando las dinámicas ya están en marcha, resulta mucho más sencillo obtener buenos resultados en el desarrollo de la clase.
Todo este tipo de estrategias pueden apoyarse también mediante el uso de las nuevas tecnologías. En la mayor parte de los casos, trabajar de una forma tan estrechamente colaborativa, implica también compartir materiales, aunar esfuerzos y desarrollar propuestas de forma conjunta. El resultado del aprendizaje se puede convertir en herramienta para que otros estudiantes aprendan. Además, si cada actividad, cada investigación, acaba desarrollando un material específico, los estudiantes serán capaces de percibir, con más claridad, cuál ha sido el proceso de trabajo.
En este ámbito, por tanto, deberíamos distinguir entre herramientas para desarrollar el aprendizaje de forma colaborativa y herramientas de creación conjunta que nos permiten obtener materiales pedagógicos. En el primer caso, suelen ser de gran utilidad los documentos compartidos, los calendarios compartidos y los cuadernos de trabajo en línea. Con herramientas como Google Drive, Google Calendar o Evernote, resulta muy sencillo que nuestros estudiantes puedan colaborar. Simultáneamente, nos darían la posibilidad a los docentes de preparar para ellos una serie de materiales de trabajo y ponerlos, de una forma sencilla, a su disposición. Como herramientas de creación conjunta podemos tener los blogs, los programas de diseño gráfico para realizar mapas mentales o infografías, los programas de edición de audio y los programas de edición de vídeo.
Todas estas herramientas nos podrían ayudar a formar una metodología pedagógica donde la aportación de los diferentes estudiantes sea decisiva para el desarrollo completo del aula.
El diálogo y la construcción del conocimiento deben estar unidos si queremos que el aprendizaje sea participativo. De esta forma, fomentaremos también su deseo de colaborar con los demás, mejoraremos sus estrategias para el trabajo en equipo, y haremos del aprendizaje una aventura en la que ellos mismos serán los protagonistas.