29 octubre, 2014

Todos, todos, todos … hemos tenido una primera vez para todo. Da lo mismo los estudios que tengamos o los años que el calendario nos regale con cada nuevo año … en algún momento nos hemos enfrentado con una primera vez.

Estoy casi seguro que habéis visto un vídeo de una niña pequeña que descubre la lluvia por primera vez … os dejo el enlace por si acaso, dedicarle un par de minutos a verlo y si os parece volved a leerme: https://www.youtube.com/watch?v=vj70bcPdGiQ&

¿No os parece maravillosa su risa? La sonrisa, la emoción de sus padres también es muy reveladora. Sus pequeños gritos al descubrir algo tan nuevo para ella como es la lluvia. En su corta vida habrá convivido con este fenómeno muchas veces, pero en ese precioso instante fue consciente de algo nuevo, y  se emociona de una forma que nos emociona a los demás.

Cierra los ojos y piensa la última vez que aprendiste algo nuevo. Quizás fue algo banal y carente de emoción, manejar un electrodosmético o configurar el televisor, pero en cualquier caso, fuiste capaz de realizar un aprendizaje que aplicaste a tu vida. Seguro que te resulta más fácil recordar un aprendizaje donde la emoción estuvó presente, el manejo de un juguete; el descubrimiento de un sentimiento o la primera vez que te lanzaste en bici cuesta abajo.

Atesoramos en la memoria recuerdos que van ligados a las emociones que estos nos produjeron, así aprendemos, así crecemos.

Este pequeño vídeo, a mi juicio, representa lo que es la educación infantil; mejor dicho, lo que debería ser la educación infantil y buena parte de la Primaria, no me atrevo a levantar la vista más allá para no pecar de presuntuoso. Experimentar, probar, sentir, emocionarse, reir, disfrutar … aprender en compañía de otros que te ayudan, te arropan y te quieren, ¿se puede pedir más?

Si proporcionamos un entorno seguro pero con un margen amplio, podremos aprender sin miedo, qué terrible es el miedo; cuando entra en la ecuación del aprendizaje la confianza salta por la ventana y desaperece la magia, desaperece la conexión que hace saltar la chispa, todo se detiene.

Todos hemos tenido una primera vez, mejor dicho, todos tenemos muchas primeras veces. Desde que nacemos hasta que morimos estamos cargados de primeras veces, quien lo niege es simplemente un necio que no ve más allá de su propia nariz. Apoyemos a nuestros niños y niñas en sus primeras veces; adaptemos nuestra mentalidad adulta a sus necesidades, a sus posibilidades de aprender y crecer desde el asombro, y la inmensa energía que proporciona una primera vez.

Retomamos el hilo del blog … espero que para ser la primera vez de este curso haya acertado, y al menos, haya conseguido arrancaros una sonrisa. Feliz semana 😉