15 diciembre, 2014

La semana pasada, mientras daba un paseo, vi a una niña llorar. Era un llanto desconsolado que llenaba toda la calle; su madre, sentada en un banco de una zona peatonalla, la ignoraba mientras hablaba con otra madre ; otros niños de la misma edad jugaban y reía pero la niña que llamó mi atención lloraba sin consuelo.

Como observador externo y, fugaz, ajeno a la situación me llamo la atención que la madre en cuestión se enfadará con la niña de una manera un poco exagerada con su propia hija en un contexto tan obviamente social. A ojo calculo que tendría tres años como mucho, quizás por eso me llamo más la atención, aquella manera de reñir y afear una conducta, aquella madre despacho el tema en un pis pas si se me permite la expresión y continuó con su conversación.

Insisto que yo era un observador fugaz de la situación, seguramente existió una razón de peso que explicaría la reacción del adulto; quizás me he llevado una impresión equivocada pero me dejó una sensación extraña.

Antes del lenguaje existe el llanto como medio de comunicación para el bebé; cuando las palabras aparecen el llanto pasa a ser algo secundario aunque cuando un niño llora algo pasa. La niña a la que me vengo refiriendo parecía cansada, un abrazo de su madre, un rato sentada en su regazo quizás hubiera aplacado su cansancio.

Un abrazo siempre es más reparador que una reprimenda, aunque nos cueste darlos en momentos que nos vemos “agobiados” por los niños y por las mil cosas que tenemos en la cabeza los mayores.

Los tiempos para el afecto son fundamentales para los niños, ya hemos hablado muchas veces de parar, templar y respirar. Ellos, nosotros necesitamos esos tiempos de desconexión para sentirnos queridos, respaldados en  juegos y actividades; estos tiempos las ayudan a reforzar y asimilar aprendizajes, a crecer en definitiva.

Si un niño llora debe existir una causa, ¿puede ser un capricho?, puede que sí o puede que no, ¿los adultos no tenemos días o momentos que necesitamos darnos un capricho?
Un niño que está creciendo siente un aluvión de emociones que puede no controlar, en ocasiones les desbordan y llegan al llanto desconsolado … quizás si nos preguntamos la causa mientras le damos un abrazo ese tiempo de angustia dure un poco menos, lo podemos reconducir más rápido y nos angustiamos menos, los niños y los adultos.

Llegan días de convivencia familiar, para algunos de cierta tristeza y nostalgia; de magia para muchos, especialmente para los niños y niñas, sea como fuere aprovechemos para repartir cariño, abrazos y tiempo, ese que tanto nos falta el resto del año. Feliz Navidad y … disfrutad 😉