El ciberacoso escolar se ha convertido en un problema para los centros. Si detectar el acoso es complicado, por la propia naturaleza de los actos que realiza el agresor, el ciberacoso tiene la dificultad añadida de producirse en un mundo virtual al que los docentes, e incluso los padres, no siempre tienen acceso.
El ciberacoso, o ciberbullying, se puede definir como una serie de acciones que utilizan las tecnologías de la información y la comunicación para denigrar a una persona de forma continuada. Se pueden producir insultos o agresiones verbales, pero los casos más graves están relacionados con cuestiones que afectan a la intimidad personal o a la imagen que dicha persona puede tener en internet.
Esta última cuestión se ha vuelto un tema especialmente relevante. Todos los ciudadanos tenemos una imagen en internet, que cuidamos por el hecho de que puede incidir en nuestro trabajo, así como en diversas facetas de nuestra vida. En el caso de los adolescentes esta imagen también posee mucha importancia y resulta fundamental para la gestión de sus relaciones sociales. Por eso un ataque constante a su imagen digital puede afectar seriamente tanto a su autoestima como a su interacción con el resto de los compañeros.
Se entiende por “ciberacoso entre escolares” el ciberacoso que se produce exclusivamente entre menores de edad. En la mayor parte de los casos los estudiantes han recibido dispositivos móviles sin que vaya aparejada una formación sobre la responsabilidad que acarrea su utilización. La mayor parte de los adultos piensan que los estudiantes son capaces de comprender mejor que nosotros el funcionamiento de estos dispositivos. Y tienen razón. Pueden entender fácilmente el funcionamiento “técnico” de los teléfonos móviles, pero necesitan ayuda con todo lo demás. Las relaciones que van a establecer con las redes sociales, así como el comportamiento que tendrán en el entorno digital debe llevar acompañada una información precisa sobre los riesgos, la ética de las relaciones y la gestión de las emociones en el mundo digital.
Prevenir en casa y en el centro.
En el caso de los menores y el uso de las redes es importante que se establezca una comunicación muy cercana, informando, como decía, de cuáles son los riesgos. Por esta razón es importante que los padres dediquen tiempo a colaborar con los estudiantes en el trabajo con la tecnología, interesándose por las posibilidades que brindan los nuevos medios y trabajando de forma indirecta con los alumnos para, de esa forma, comenzar a inculcar en la práctica el uso prudente de la tecnología. Conviene, en este punto, incidir particularmente en las redes sociales.
Deberemos evolucionar de una supervisión completa, cuando son niños, a una información concreta y exacta con los adolescentes.
Para que estas medidas puedan ser tomadas conviene trabajar espacialmente en mejorar la comunicación familiar, fomentar la empatía hacia el otro y hablar de las consecuencias que pueden acarrear determinadas acciones. Otras cuestiones, como mejorar la resolución de conflictos en el seno de la familia o limitar el uso de los dispositivos a determinados horarios, también tienen gran importancia, así como activar el control parental en la configuración del sistema operativo.
Estas cuestiones se complicarán bastante más cuando el menor tenga su propio dispositivo, por lo que podrá acceder a la red sin ningún tipo de supervisión familiar. En este caso es importante que seamos capaces de explicarles el peligro de determinados comportamientos en la red, sin que el estudiante sienta que estamos invadiendo su privacidad.
Dentro del centro también es importante tomar medidas para prevenir el ciberacoso, particularmente las relacionadas con informar a través de las tutorías, así como realizar dinámicas con organismos externos que trabajen con role playing y que hablen de ejemplos reales. Por otro lado, deben establecerse medidas que faciliten la formación del profesorado y la coordinación ante posibles casos de acoso que puedan producirse en el mundo virtual. Para ello es conveniente que se establezca un grupo concreto de docentes que, a lo largo del curso, puedan trabajar en este ámbito, tanto en el campo de la prevención, como en el de la detección.
Y quizá el espacio donde más se pueda prevenir el ciberacoso es el de la coordinación del centro con las familias. Esto nos va a permitir gestionar de forma conjunta cualquier posible riesgo, sentando unas bases que permiten un diálogo constante y una continua fluidez en la información.
Algunos actos que pueden coordinarse de forma conjunta son los siguientes:
Buscar asesoramiento externo para realizar actividades para los docentes y las familias.
Elaborar una red, a partir de la Comisión de Convivencia del Consejo Escolar, que fomente la observación y evaluación de los posibles riesgos.
Fomentar la responsabilidad en las familias en el uso de los dispositivos móviles a través de las reuniones trimestrales, así como con actos compartidos de formación conjunta.
Realizar reuniones de escuelas de padres para facilitar información y abordar estos temas.
La mejor forma de luchar contra el ciberacoso es mantener unas estrategias conjuntas protocolizadas que nos permitan asentar un uso responsable de la tecnología en todo el centro, así como en los hogares. Dada la gravedad de estas cuestiones y de la necesidad de tomar medidas preventivas cuanto antes es importante que nos pongamos manos a la obra.