8 marzo, 2021

Un año más llega el 8 de Marzo, Día Internacional (porque se reivindica en todo el mundo) de las Mujeres.

Sí, sí…hace mucho era “de la Mujer trabajadora” , pero en masa salieron mujeres a reivindicar, porque de esto va este día, de reivindicar derechos, a decir que aunque no tuvieran un empleo remunerado fuera de casa ¡el cuidado de la casa y de peques era también trabajo!

Así se quitó lo de “trabajadora” y también se puso en plural: DE LAS MUJERES. Porque las mujeres no son un colectivo, son el 52% de la humanidad y, por suerte, no hay un solo modelo de MUJER. ¡La diversidad es maravillosa!

* Por cierto, sí, también existe el “Día internacional de los hombres”, el 19 de noviembre.

A lo que íbamos, este día en todo el mundo sirve para manifestar, visibilizar y señalar todas las injusticias y desigualdades a las que hoy día, y no hay ni una estadística* que lo niegue, hacen frente todavía las mujeres.

* Aquí en el post no nos cabe, pero porfa, si eres de quienes piensa que la igualdad ya está conseguida, sólo googlea un rato en estadísticas y estudios oficiales o académicas y flipa con los datos ¡todavía, por desgracia, queda mucho camino!

La finalidad no es otra que promover conciencia y proponer medidas y acciones que compensen esa desigualdad y se consiga una Igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. ¿Quién no puede estar de acuerdo con eso?

En fin.

Y una vez entendido el porqué de la importancia de celebrar-reivindicar todavía este día, en tiempos de pandemia se hace preciso hablar también del CÓMO de este 8 de Marzo de 2021.

* Por cierto, para reflexionar: El 8M es tan necesario que ha habido manifestaciones ¡y muchas! durante todo este año y la única que genera debate sobre si se debe celebrar es ésta. Y eso que la comisión 8M ha buscado todas las formas para que sea muy segura y “expandida”.  Curioso ¿no?

No podemos olvidar que el feminismo pone la vida en el centro y por tanto, para cuidar y cuidarnos este año toca más que nunca buscar el ingenio y la creatividad para poner en marcha diversidad de formas de manifestarnos. ¡Ahí van algunas ideas!:

 

  • Colgando algo morado o blanco en ventanas y balcones.
  • Vistiendo prendas moradas si tienes que salir a la calle o a trabajar.
  • Asistiendo a mesas redondas, charlas, asambleas online, murales al aire libre…
  • Visibilizando cada día en Redes Sociales mujeres pioneras.
  • Realizando una serie de lives para conmemorar desde casa.
  • Pintando de violeta Redes Sociales, blogs…, en definitiva, presencia digital del feminismo, la igualdad y la coeducación.
  • Comentando con quien puedas esos días la importancia de posicionarse de forma activa hacia la igualdad.

Y por último, un recordatorio.

A pesar de la connotación alegre y reivindicativa de este día, es importante que sepamos lo que realmente se recuerda cada año en esta fecha: una terrible matanza de 120 mujeres trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York.

La historia se remonta a hace más de 100 años, concretamente el 8 de marzo de 1875, cuando cientos de mujeres trabajadoras de una fábrica de textiles de Nueva York marcharon por las calles contra los bajos salarios, menos de la mitad de lo que cobraban los hombres. Esa jornada terminó con 120 mujeres muertas por la brutalidad policial y provocó que las trabajadoras fundaran el primer sindicato femenino.

Poco después, también en marzo de 1911, tuvo lugar uno de los mayores desastres de la industria en Estados Unidos: 146 trabajadoras murieron en un gran incendio de una fábrica textil al no tener escapatoria. Los propietarios de la fábrica Triangle Shirtwaist  habían sellado las puertas de las escaleras y de las salidas para evitar que las empleadas se fueran o robaran.

Dicen que las telas y tintes textiles que estaban usando ese día eran morados y por eso el cielo se tiñó de violeta…por eso se toma como el color de esta lucha.

Cerramos contándoos la historia real de una de esas jóvenes, de 14 años, ese día. Porque es importante saber y no olvidar:

Kate Leone miró de reojo el reloj de la pared. Las 16:30 todavía. Llevaba solo 3 semanas en la fábrica y aún no se había acostumbrado a las largas jornadas. Ya estaba harta. Odiaba coser y odiaba la fábrica. Ese día llevaba casi diez horas trabajando y calculaba que, con suerte, aún tenía dos o tres horas por delante. Cuando el encargado pasó a su lado con su típica mirada de malas pulgas, redirigió la vista hacia la máquina de coser y siguió trabajando. Llevaba solo tres semanas en la fábrica.

Lo que de verdad le gustaba a Kate, de 14 años, era dibujar. Sus padres decían que lo hacía muy bien. Los domingos, o incluso el resto de días tras la jornada laboral, si no estaba demasiado cansada, dedicaba largos ratos a practicar. Retrataba a miembros de su familia, a quienes luego regalaba sus dibujos, o a gente de la calle que llamaba su atención. Nueva York estaba repleta de gente de rostros interesantes y variados, resultado de las sucesivas oleadas de inmigración.

Ella era una de esas personas. Kate había nacido en Estados Unidos, pero su padre, Vito, era italiano. Los padres de su madre, Louise, habían venido desde Alemania. En Nueva York había trabajo. “Ojalá no lo hubiera”, pensaba a veces Kate, quien sin embargo era consciente de que, para poder tener un futuro mejor, tenía que aportar dinero al ser la mayor de ocho hermanos. Ella ganaba tres dólares a la semana desde que había empezado a trabajar en la fábrica de ropa de la empresa Triangle Waist Company. La rodeaban otras 500 personas, en su gran mayoría mujeres jóvenes, pobres e inmigrantes judías e italianas. Dos de ellas eran sus primas Annie y Michelina.

A Kate le llegó olor a humo. Era un olor habitual en la fábrica. Se supone que estaba prohibido fumar allí, pero algunos hombres lo hacían igualmente. La fábrica no destacaba precisamente por su respeto a las normas. El año anterior, una huelga textil en Nueva York había conseguido mejoras de las condiciones laborales, pero Max Blanck e Isaac Harris, los dueños, no se habían dado por aludidos. Ni siquiera tenían un período de descanso para poder comer algo.

La joven notó que el olor era más fuerte de lo normal. Era raro, porque a su alrededor, en la novena planta donde trabajaba, no veía a nadie que estuviera fumando. Yetta, una trabajadora judía muy simpática que había bajado al piso inferior para hacer un recado, confirmó sus malas vibraciones cuando regresó corriendo por las escaleras gritando: “¡Fuego!”. Muchas de sus compañeras entraron en pánico y salieron disparadas en todas las direcciones.

Ella trató de mantener la compostura, en algún sitio había leído que en este tipo de situaciones lo mejor era no perder los nervios. Rápidamente se reunió con sus primas, quienes también trabajaban en la planta novena. Vamos a la escalera, pero esa salida estaba cerrada con llave por los jefes.

Cogidas de la mano para no perderse entre la multitud, vieron que las mujeres se agolpaban en el acceso a la escalera de incendios. Kate aseguró a sus nerviosas primas que saldrían, pero siempre le había parecido que esa escalera era demasiado vieja. Cuando estaban esperando por la cantidad de muchachas que se apelotonaban delante, ella y sus primas vieron espantadas cómo el hierro cedía y varias se precipitaban hacia las aceras.

Annie, que le doblaba la edad, empezó a gritar y llorar. Kate quería tener la oportunidad de volver a dibujar y no tenía tiempo para eso, así que arrastró al grupito hacia los ascensores. También sabía que utilizarlos en un incendio no era buena idea, pero era la última opción de escapatoria.

El elevador descendió. En ese momento las presentes observaron cómo el fuego ya había alcanzado su planta. El humo lo inundaba todo. Una joven perdió la paciencia y en vez de esperar el regreso de Joseph, se agarró a los cables para descolgarse a pulso. Otras personas siguieron su ejemplo, pese a que Kate y alguna más intentaron disuadirles. Era imposible que todas ellas aguantaran nueve pisos sin caerse. Los fatídicos golpes no tardaron en escucharse. En los segundos siguientes, el ascensor no se movió. Los cuerpos lo habían bloqueado.

Las tres chicas corrieron a las ventanas, huyendo de las lenguas de fuego que se encontraban a pocos metros. Kate se subió al alféizar, Las vistas de Nueva York eran lo único bueno de trabajar en la fábrica. “Os haré un retrato en cuanto llegue a casa”, les dijo a sus primas. Se rodeó la cabeza con los brazos, cerró los ojos y se dejó caer.

Kate Leone se convertiría en la víctima más joven de las 146 (123 mujeres y 23 hombres) del incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York”.

¿Y TÚ QUÉ … eres activista por la igualdad?

Join the discussion One Comment

  • Patricia dice:

    Pienso que hemos evolucionado mucho, pero queda camino por recorrer. Pienso que la desigualdad es mucho mas pronunciada en paises del tercer mundo y doy gracias por haber nacido en un pais como España en este sentido. Pienso que a veces se radicaliza las posturas y provoca más rechazo que apoyo. Debemos seguir educandonos en la igualdad porque somos personas con los mismos derechos aunque seamos muy diferentes.

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