8 julio, 2019

Cuando el camino profesional te hace coincidir con personas tan comprometidas con la educación todo fluye positivamente, creando aprendizajes que se mantienen en el tiempo, se pueden replicar en diferentes lugares, y permiten generar estructuras creativas e innovadoras, independientemente del ámbito del conocimiento, sector o nivel educativo en el que se desenvuelva la práctica cotidiana de cada docente.

Este es el caso de la “Escuela de creatividad” (vivida y disfrutada durante los días 2, 3 y 4 de julio en la FAD de Madrid), donde se ha provocado en mí una mentalidad de crecimiento personal que me empuja a difundir con entusiasmo y rigurosidad las propuestas metodológicas llevadas a cabo en la misma.

Concretar una experiencia tan intensa resulta difícil de sintetizar por la enorme calidad, tanto de los  organizadores (Acción Magistral, Fad, BBVA) como del ponente (Alfredo Hernando Calvo) y de los-as profesores-as asistentes (verdaderos-as artistas en este mundo tan complejo de la enseñanza). A lo largo de estos tres días he observado una calidad técnica digna de elogio en cuanto a la planificación, los conocimientos expuestos, la estructuración de los tiempos, los focos puestos en el estado de la cuestión, la coherencia interna de las actividades y las dinámicas escogidas para generar compromisos de trabajo creativo. Sin embargo, preferiría destacar especialmente la calidez humana de las personas que lo han hecho posible (aspecto fundamental en cualquier planteamiento de mejora educativa).

Podría sintetizar la “Escuela de creatividad” como una gran cocina en la que se han hervido a fuego lento (y sin prisas) los ingredientes de la creatividad, analizando a fondo sus dimensiones, que se han concretado en los verbos imaginar, trascender, colaborar, transformar, persistir, indagar, curiosear, organizar y reflexionar.

Me parece muy relevante el hecho de incidir en la creatividad como  un proceso de construcción de la persona, y no como algo innato o que  puede aparecer de manera espontánea. En este orden de cosas, los retos planteados y las experiencias de aprendizaje han sido ejes o hilos conductores que me han permitido estructurar en mi mente nuevas propuestas de futuro creativo para los-as alumnos-as. Por todo ello, mi experiencia vital de estos tres días ha sido tremendamente fructífera. A pesar de llevar ya un recorrido y trayectoria en actividades formativas, hay situaciones que te obligan a marcar el calendario en rojo para continuar pensando que otra escuela es posible. En este sentido he podido comprobar que la escuela no mata la creatividad, si los agentes que tenemos la responsabilidad de estar en contacto directo con los receptores llamados-as alumnos-as (esponjas vivas de los aprendizajes) somos capaces de generar hábitos y rutinas al respecto. No quisiera dejar de reflejar la importancia del clima de trabajo y de la funcionalidad de los espacios para “crear” pensamiento crítico,
constructivo e innovador a lo largo de estas tres intensas jornadas.

El hecho de centrarnos en cuatro competencias concretas (cultural y artística, social y ciudadana, autonomía e iniciativa personal, y aprender a aprender) permite trabajar de manera precisa con retroalimentación más concreta entre los participantes, creando feedback útil desde conversaciones que ayudan sinceramente a crecer.
El trabajo en grupo ha enriquecido mucho las aportaciones individuales para facilitar los trabajos de exposición colectiva visual o el reto “maker”.

Finalmente, no diría que me llevo herramientas o instrumentos para aplicar directamente en mi contexto  didáctico (salvo las fichas de rutinas empleadas en la actividad del Museo Reina Sofía, que pueden emplearse tal cual de manera concreta), sino más bien procesos que mentalmente obligan a provocar cambios en el propio crecimiento creativo. Cualquier experiencia de creatividad debería cerrarse con una actitud de agradecimiento, y no puedo resistirme a dar las gracias por lo profundamente afortunado que he sido al encontrarme con todas estas “PERSONAS” (con mayúsculas) en la Escuela de Creatividad.

Ahora me voy a seguir planteando preguntas “no googleables”  sobre las utilidades de mi cinturón, para que no apriete ni mi cintura ni mis anhelos creativos.

Saludos cordiales para todos-as desde la “Perla del Duero” (Zamora)

Antonio Sánchez Martín

Educador de la Creatividad

CRIE de Zamora