Vivimos en una época de lenguaje fragmentado. El discurso, tal y como lo conocíamos, se ha convertido en una lluvia de ideas clave que parece asaltarnos e interrumpirnos por todas partes. El gran cambio propiciado por la tecnología en el tratamiento de la información, no ha sido solamente el hecho de llevarnos a la época más conectada de nuestra historia, ni tampoco poner miles de datos al alcance de todos, sino cambiar por completo nuestra forma de acceder a la información, nuestra manera de gestionarla y, por ello, también nuestro sistema de pensamiento. Esta mañana descubrí Blinkist, una aplicación que nos permite acceder a resúmenes de miles de libros. Me quedé asombrado de las posibilidades que tiene y, posteriormente, me dio por pensar que el hecho de que facilitara las ideas fundamentales también hace que perdamos la costumbre de leer, para obtener por nosotros mismos los conceptos más importantes del libro. Lo curioso de todo esto es que la persona que gestiona la información, en este caso quien hace el resumen, decide lo que importa y lo que no. Fíjense en lo peligroso que es esto.
En el fondo, es lo mismo que pasa en el ámbito periodístico, donde el análisis se está viendo desplazado por la opinión. Y no por cuestiones de gusto, sino porque en 140 caracteres puedes opinar, pero no desarrollar un análisis. Nuestras herramientas de comunicación están generando su propia estructura. Y esa estructura es la que ahora mismo dirige la creación de contenidos y nuestro acceso a los datos. Esta forma de acceder a la información no tiene por qué ser mejor o peor que las que usábamos antes, pero está claro que es totalmente diferente.
En el terreno educativo esta desarticulación del discurso se observa también en cómo se comunican los estudiantes. Su expresión escrita es breve, concreta. Pero de la misma forma que podemos decir que en muchos momentos es pobre, también debemos admitir que en otras ocasiones es tremendamente certera e ingeniosa. Twitter puede ser una perdida de tiempo o una muestra luminosa de píldoras de ingenio, de aforismos e ideas, dependiendo de a quién sigamos.
De la misma forma que afecta al discurso, afecta también a nuestra forma de acceder al contenido, que se vuelve más rápida, más breve y supone por nuestra parte una mayor habilidad de gestión de datos dado el carácter invasivo que presenta la información a la que accedemos. La habilidad para rechazar o tomar en cuenta los datos que hay a nuestro alrededor, se ha convertido en uno de los procesos más importantes en nuestra vida. Por eso, cuando hablamos con nuestros alumnos para comentarles la necesidad de centrarse en el proceso de estudio sin móviles ni distracciones, debemos ser conscientes de que eso será imposible en su vida adulta, como ya lo está empezando a ser en la nuestra. Nuestros estudiantes están demasiado acostumbrados al proceso de la multitarea, a permanecer constantemente conectados y a resumir de forma breve sus impresiones de la realidad. El ser humano ha modificado sus costumbres de comunicación en base a la técnica en miles de ocasiones a lo largo de su historia. La revolución cultural que estamos viviendo ahora mismo está teniendo también una gran incidencia en los procesos. No sólo cambia el acceso a la información, también se transforma la forma de acceder a ella. Además, tenemos una serie de herramientas de comunicación que nuestros estudiantes usan a diario. El proceso de aprendizaje no puede ser igual cuando la mayor parte de contenidos que consultamos (webs, blogs, redes sociales) tienen un fuerte componente interactivo. Por un lado obtenemos un mayor dinamismo, una mayor concrección, por otro lado sufrimos un menor desarrollo de los contenidos y las dificultades de concentración inherentes a mantener varios focos de atención simultáneos. Es cierto que ambas cuestiones pueden trabajarse con una adecuada cultura de uso, para conseguir lo mejor de ambos procesos. Tampoco debemos perder de vista que el uso de textos breves y conversaciones de chat va a dar paso, a una comunicación transmedia cada vez más avanzada. Es decir, que el uso que hacemos de Internet evoluciona, y lo hace con mucha rapidez, sin embargo hay una cuestión que no va a cambiar: hay mucha información disponible y ahora, más que nunca, es necesario que los estudiantes y los profesores, se conviertan en seleccionadores, adaptadores y generadores de contenidos usando recursos y aplicaciones compartidas.
En cualquier caso, debemos dejar de demonizar determinados comportamientos derivados del uso de Internet, porque nos gusten o no están aquí para quedarse. Cuanto más tardemos en adaptarnos a ellos, más tardaremos también en conseguir hábitos efectivos que nos permitan sacar el máximo rendimiento a todas las nuevas formas de comunicación. Nuestros alumnos ya lo saben, y nosotros, sus docentes, debemos acercarnos con rapidez, porque, de la misma forma que ellos controlan perfectamente la técnica, necesitan de nuestra ayuda para comprender cuáles son los procesos adecuados, la forma de acceder a un nuevo mundo donde tenemos una interacción continua con los otros.