Hace poco tiempo una antigua alumna ya veinteañera contaba esto en sus redes
“.. me di cuenta de que, había pasado unos 17 años de mi vida en esa llamada “zona de confort”, y tengo ahora 28 años, así que… ha sido la mayor parte de mi vida. 17 años de mi vida en una especie de “letargo”. Ese lugar en el que todo parece más “seguro, previsible, y bajo control” pero que es al mismo tiempo estresante, aburrido, mecánico y lleno de obligaciones. Son cosas aparentemente “obvias”, “lo normal” que todo el mundo debería hacer, como estudiar una carrera para conseguir un trabajo, luego sacarme la opo, conseguir ser funcionaria en una escuela pública, aunque este no era el trabajo que me apasiona y por el que me levantaría feliz todos los días, pero… parece que esto, de nuevo, da “seguridad”. O aferrarte a una relación de pareja, aunque sientas dentro que algo no funciona, y que no es lo que quieres, pero que es mejor eso que estar sola…y luego decidí abrazar la incertidumbre, atreverme… y avanzar…”
…. ¿Te suena algo de esto?
Por aquí sí, así que decidimos titular así el post de este mes. Abrazar la incertidumbre: puede sonar a frase hecha o tendencia de moda… ¡pero vale la pena!
Vivimos en un mundo donde solo leer las redes sociales y sus noticas o enterarte de que hay un último cambio en la política de Instagram o Tik Tok pueden arruinar el día a cualquiera. Ya ni hablar de los giros inesperados de la vida como la tragedia de la Dana de estos días en Valencia o noticias sorpresa que hacen que hasta los planes mejor organizados acaben patas arriba. Y ante todo esto, la psicología positiva nos interpela… ¿Y si te dijera que aceptar-abrazar la incertidumbre (o al menos intentarlo) y nuestra actitud puede ser la estrategia secreta para vivir más felices y un poco con menos estrés y más flow?
¿Por qué tanta gente le tenemos miedo a la incertidumbre? Un estudio de la Universidad de Oxford encontró que el 85% de las cosas que nos preocupan nunca llegan a suceder. Así es, ¡nunca! Esto significa que más de tres cuartas partes de los desvelos nocturnos están en nuestra mente y se esfuman. Pero, aun sabiendo esto, el “no saber” nos pone los nervios de punta. ¿Por qué?
La respuesta corta: porque el cerebro humano es un poquito control freak. Según estudios de neurociencia, nuestro cerebro está programado para buscar patrones y prever lo que podría pasar (una habilidad genial cuando éramos cazadoras y cazadores recolectores y el peligro era real). Hoy en día, en cambio, nos aferramos al control para evitar ansiedad. Pero cuando algo no sale como queremos, el cerebro se alarma como si nos persiguiera un león.
El afán de control, es decir, el deseo intenso de querer dominar cada segundo de nuestra vida y de quienes nos rodean sin ningún espacio para la improvisación o la sorpresa, es una de las principales causas de la ansiedad en nuestros días.
Abrazar la incertidumbre implica dejar que la vida nos sorprenda, entender que hay situaciones que no podemos (debemos) controlar y fluir con lo que nos va sucediendo, a su ritmo, sin ansiedad, con la confianza de que “lo que ha de ser, será”.
Las niñas y niños, en su infancia temprana, son una muestra de ese abrazo a la incertidumbre que deberíamos copiar. Son capaces de maravillarse con lo más básico, se divierten y viven al máximo cada segundo, sin afanarse en qué día de la semana es y dándose el permiso para disfrutar el aquí y el ahora sin sentimientos de culpa.
Ojalá en nuestras escuelas esas y esos peques no olviden que la seguridad y la fortaleza no vienen de algo externo sino del poder de abrazar la incertidumbre como sabían hacer desde el inicio. Porque nos damos cuenta de que apoyarte en algo externo para sentir seguridad, más bien es una “falsa seguridad”, porque en cuanto sientes que puedes perderlo, aparece la incertidumbre, y eso genera mucho estrés y sufrimiento. No puedes controlar lo que pasa fuera, en tu entorno. Y por experiencia propia lo compartimos en este post, puedes gastar muchísima energía intentándolo, pero aún así, no lo puedes controlar.
Cuando empezamos a salir de este guion establecido sobre cómo debe ser la vida, del piloto automático de las expectativas, y empezamos a crear nuestro propio camino, empezaremos a sentir miedos e inseguridades….y muuuucha incertidumbre…
¿Y si en lugar de huir de esa incertidumbre, la abrazamos?
Imagina por un momento, un camino recto, bien marcado, por donde la mayoría de personas va avanzando sin cuestionarse si quiera para qué va hacia ahí; y ahora imagina que te paras un momento, en medio del camino, te escuchas y empiezas a preguntarte, ¿qué camino siento que es el mío? ¿para dónde estoy yendo? ¿está esto en coherencia con lo que yo siento? Y entonces, te das cuenta de que no quieres seguir avanzando por inercia, que quieres sentirte vivo, viva, y consciente de tus pasos. Así que, abres un nuevo sendero que se va construyendo a medida que das cada paso, escuchando tus pensamientos y tu corazón.
Abraza la incertidumbre, porque la única certeza que tenemos es que todo está en constante cambio.
La incertidumbre es siempre una oportunidad.
A cada instante nos llegan un montón de oportunidades y somos más conscientes de ello cuando abrazamos la incertidumbre.
Estamos eligiendo, todo el tiempo, consciente o inconscientemente, la vida que queremos vivir. Y sí, sabemos que es más fácil decirlo que hacerlo. Pero, es tan importante tomar conciencia de qué elegimos, cada día, cada minuto de nuestra vida… Porque nos pasan cosas todo el tiempo, muchas veces nos pasan cosas que no nos gustan, y le echamos la culpa a alguien, a lo que pasa fuera, a la sociedad, a la vida… como si fuera cuestión de suerte o no suerte,…………..
Aquí hacemos una pausa para compartir un cuento popular chino que nos habla de esa suerte o no suerte:
«Una historia china habla de un anciano labrador, viudo y muy pobre, que vivía en una aldea, también muy necesitada. Un cálido día de verano, un precioso caballo salvaje, joven y fuerte, descendió de los prados de las montañas a buscar comida y bebida en la aldea. Ese verano, de intenso sol y escaso de lluvias, había quemado los pastos y apenas quedaba gota en los arroyos. De modo que el caballo buscaba desesperado la comida y bebida con las que sobrevivir. Quiso el destino que el animal fuera a parar al establo del anciano labrador, donde encontró la comida y la bebida deseadas. El hijo del anciano, al oír el ruido de los cascos del caballo en el establo, y al constatar que un magnífico ejemplar había entrado en su propiedad, decidió poner la madera en la puerta de la cuadra para impedir su salida. La noticia corrió a toda velocidad por la aldea y los vecinos fueron a felicitar al anciano labrador y a su hijo. Era una gran suerte que ese bello y joven rocín salvaje fuera a parar a su establo. Era en verdad un animal que costaría mucho dinero si tuviera que ser comprado. Pero ahí estaba, en el establo, saciando tranquilamente su hambre y sed. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para felicitarle por tal regalo inesperado de la vida, el labrador les replicó: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Y no entendieron…
Pero sucedió que, al día siguiente, el caballo ya saciado, al ser ágil y fuerte como pocos, logró saltar la valla de un brinco y regresó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para condolerse con él y lamentar su desgracia, éste les replicó: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. Y volvieron a no entender… Una semana después, el joven y fuerte caballo regresó de las montañas trayendo consigo una caballada inmensa y llevándoles, uno a uno, a ese establo donde sabía que encontraría alimento y agua para todos los suyos. Hembras jóvenes en edad de procrear, potros de todos los colores, más de cuarenta ejemplares seguían al corcel que una semana antes había saciado su sed y apetito en el establo del anciano labrador. ¡Los vecinos no lo podían creer! De repente, el anciano labrador se volvía rico de la manera más inesperada. Su patrimonio crecía por fruto de un azar generoso con él y su familia. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su extraordinaria buena suerte. Pero éste, de nuevo les respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Y los vecinos, ahora sí, pensaron que el anciano no estaba bien de la cabeza. Era indudable que tener, de repente y por azar, más de cuarenta caballos en el establo de casa sin pagar un céntimo por ellos, solo podía ser buena suerte.
Pero al día siguiente, el hijo del labrador intentó domar precisamente al guía de todos los caballos salvajes, aquél que había llegado la primera vez, huido al día siguiente, y llevado de nuevo a toda su parada hacia el establo. Si le domaba, ninguna yegua ni potro escaparían del establo. Teniendo al jefe de la manada bajo control, no había riesgo de pérdida. Pero ese corcel no se andaba con chiquitas, y cuando el joven lo montó para dominarlo, el animal se encabritó y lo pateó, haciendo que cayera al suelo y recibiera tantas patadas que el resultado fue la rotura de huesos de brazos, manos, pies y piernas del muchacho. Naturalmente, todo el mundo consideró aquello como una verdadera desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. A lo que los vecinos ya no supieron qué responder.
Y es que, unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Pero cuando vieron al hijo del labrador en tan mal estado, le dejaron tranquilo, y siguieron su camino. Los vecinos que quedaron en la aldea, padres y abuelos de decenas de jóvenes que partieron ese mismo día a la guerra, fueron a ver al anciano labrador y a su hijo, y a expresarles la enorme buena suerte que había tenido el joven al no tener que partir hacia una guerra que, con mucha probabilidad, acabaría con la vida de muchos de sus amigos. A lo que el longevo sabio respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!».
Y es cierto que, en muchas ocasiones, lo que nos parece una bendición acaba convirtiéndose en una pesadilla, mientras que en tantas otras, lo que parece un revés, quizás nos abre la puerta a una situación que, con el paso del tiempo, agradeceremos.
La vida es una permanente exposición a lo inesperado y donde mucha gente ve un problema paralizante, otras personas encuentran una oportunidad para evolucionar, un reto que superar…. Así que, eduquemos en un positivismo con los pies en la tierra.
El positivismo “realista” es esa actitud en la que entrenas tu disposición a ver el lado positivo de las cosas, pero sin perder el contacto con la realidad. Un estudio del Journal of Personality and Social Psychology muestra que las personas optimistas, pero realistas, son un 20% menos propensas a sentirse abrumadas por los desafíos. ¿Por qué? Porque aceptan que habrá obstáculos en el camino y se preparan para enfrentarlos. Esto nos da esperanza sin caer en la ingenuidad.
Es decir, puedes decir “Estoy segura de que puedo con esto” mientras también te aseguras de tener un plan B o C por si las cosas se tuercen. Y ese tipo de pensamiento es oro para manejar la incertidumbre sin quemarse.
Algunas claves para abrazar la incertidumbre con estilo podrían ser:
- Haz las paces con lo desconocido. No es fácil, lo sabemos. Pero una buena forma de empezar es hacer una lista de las cosas que puedes controlar vs. las que no. ¿El resultado? Mayor tranquilidad. Está comprobado que las personas que aceptan lo que está fuera de su control tienen un 23% menos de síntomas de ansiedad.
- Ajusta tus expectativas. Tener grandes metas es genial, pero recuerda que no todo depende de ti. Mantén las expectativas realistas: sí, sueña en grande, pero sin ponerte una presión insostenible. Se ha comprobado que la flexibilidad psicológica, es decir, saber adaptarse, ayuda a enfrentar la incertidumbre con mayor resiliencia.
- Haz del “fracaso” tu BFF. O, mejor dicho, redefine qué significa “fracasar”. Muchas personas exitosas a nivel económico o de famoseo o popular, desde Elon Musk hasta J.K. Rowling, dicen presumiendo que fracasar (y aprender de ello) fue parte de su éxito. Si lo ves como parte de tu aprendizaje, la incertidumbre se vuelve menos aterradora y hasta te motiva a arriesgarte.
- Practica el autocuidado. Sonará a consejo de la abuela, ¡pero el autocuidado es la base de un buen estado emocional! La buena alimentación, el ejercicio y la meditación reducen hasta un 40% los niveles de cortisol (la hormona del estrés). Así que, para enfrentar lo incierto, cuida tu cuerpo y mente como el tesoro que son.
Enseñarle a nuestro alumnado todo esto debería también formar parte del currículo. Les enseñamos en la educación, familiar y académica que existen límites. Vivimos con unos límites que no son norte, sur, este y oeste. Toda nuestra existencia está marcada por dos puntos infranqueables. Podemos cambiar muchas cosas de nuestra vida, hasta de sexo, pero no esos dos puntos: son el día de nuestro nacimiento y el de nuestra muerte. No importa ni siquiera que sepas si el día que naciste era sábado o lunes, y tampoco sabrás si morirás en sábado o en miércoles. Los detalles no importan, pero el evento, el hecho en sí, es inevitable…Y ENSEÑAR a nuestro alumnado A VIVIR es imprescindible. Eso de que el PRESENTE se llama así porque es un regalo. Podemos enseñar que aunque nuestra existencia está limitada por esa coordenada final que llaman muerte, su existencia diaria puede reglamentarse ajena a eso que llamamos tiempo. Podemos tener una vida que se nutra de momentos y no de horas, de instantes y no de minutos, de vivencias y no de años en el calendario.
Dicen que las y los estoicos practicaban a diario el memento mori, que es recordar que eres una línea que está uniendo esos dos puntos, nacimiento y muerte, y que cada vez te alejas más del primero y te acercas al segundo, hará que quieras arriesgarte, probar otras cosas, oficios, comidas, colores…
Abrazar la incertidumbre y practicar el positivismo con los pies en la tierra no es solo una filosofía de vida: es una forma de reducir el estrés y potenciar el bienestar emocional. Así que la próxima vez que la vida te sorprenda (porque lo hará, ya sabes), prueba algunos de estos consejos y quién sabe… ¡igual y te terminas divirtiendo en el proceso!