1 marzo, 2024


 

Sí, sí… estamos hablando de los teléfonos móviles.

La primera llamada con un teléfono móvil se hizo hace 50 años.

Podemos contar con los dedos de las manos cuántos años hace que llevamos un Smartphone en el bolsillo.

Y ahora, hace unos días, en nuestro país se acaba de acordar prohibir el móvil en los colegios y limitarlo en los institutos. ¿Cómo nos afecta eso a profes y familias? ¿Los debemos prohibir?

Es un debate complejo que está a la orden del día en los claustros de cada centro educativo. Lo que es innegable es que, en poco tiempo, este aparato ha cambiado nuestras vidas y ha transformado la sociedad, y por supuesto las dinámicas de nuestro alumnado en las aulas. Las consecuencias a nivel general  son conocidas por todas las personas: estar siempre conectadas y disponibles. Y sentir que no podemos estar sin él.

¿Buscar algo para hacer los deberes? Teléfono ¿Pagar una factura o a alguien? Bizum por Teléfono. ¿Quedar con alguien? Teléfono. ¿Enviar mensajes a familiares que viven lejos? Teléfono ¿Hacer una receta? Teléfono ¿Verificar el clima, hacer una foto, hacer un video, escuchar un podcast, llegar a un sitio con el GPS, hacer un cálculo rápido, encender una linterna…? Teléfono, teléfono, teléfono.

Un informe reciente encontró que las personas adultas revisamos nuestros móviles 344 veces al día en promedio, una vez cada cuatro minutos, y pasamos casi tres horas al día en nuestros dispositivos ¡si lo piensas es una barbaridad! Vamos a mirar un momento el móvil para algo en teoría breve para ya de paso hacemos una revisión rápida de nuestro correo electrónico o redes sociales, y de repente nos ha absorbido un interminable scrolling (deslizar verticalmente una pantalla táctil) que “no nos suelta” en varios ¿minutos?

Cuanto más útiles se vuelven nuestros teléfonos, más los usamos. Cuanto más los usamos, creamos más vías neuronales que nos conducen a usar nuestros móviles para hacer cualquier tarea, y más necesidad sentimos de revisarlos incluso cuando no se requiere. Es un círculo vicioso, ¿es una droga?

Marc Masip, psicólogo experto en adicciones, lo afirma contundente: «El móvil es la heroína del siglo XXI»,  cree que el uso abusivo de los móviles «es una droga en el sentido de la adicción», además de reseñar que todavía no se conocen las consecuencias reales del mal uso, aunque se comienzan a vislumbrar.

España es el país de Europa con más adicción adolescente a la red.                                                                                                                                                                                                                                                                   

La media europea está en torno al 12,7% mientras que España se sitúa en el 21’3%. Ante esto el psicólogo explica que «con el móvil nos encontramos con una situación de máxima libertad, sin ningún tipo de conocimiento sobre cómo hacer un buen uso». Mucho profesorado y familias lo justifican por el hecho de que estamos hablando de una generación nativa digital, pero «cuando alguien es nativo de algún sitio quiere decir que ha nacido ahí y que conoce plenamente su origen; los chicos y chicas no han nacido en la tecnología, se les ha implantado sin ningún tipo de conocimiento; no son nativos digitales sino adoptados digitales. La libertad es el valor más preciado y se basa en el conocimiento, pero plantamos a nuestros hijos e hijas en la red sin saber nada. Les damos el 100% de libertad con un 0% de conocimiento cuando decimos que el conocimiento es la base de la libertad. Les ofrecemos algo para lo que no están preparados» 

Otros datos que nos pueden servir para el debate: No solo en España doblamos prácticamente el número de adolescentes con adicción a móviles de Europa, sino que la primera edad en la que se ve pornografía es a los 8 años y el primer consumo, digamos ya intencionado, a los 10 u 11 años (de esto ya hablamos en la Fundación Fad Juventud). Una razón que escuchamos en las reuniones con familias es que “mi hija o hijo tiene móvil porque demuestra madurez”, pero la realidad es que, por ejemplo, el 92% de las fotos que se envían entre adolescentes menores de 15 años las ven otros ojos que no son el o la destinataria original. Y en cuanto al lugar y hora de uso de móviles, cuando más chatean y usan el móvil la gente joven es con diferencia por la noche, que es cuando están mas solas o solos y donde hay menos control, y los lugares que señalan los estudios, de predilección de uso del móvil, son el primero la cama, y el segundo el baño…… Pero la realidad es que está claro que buscan un sitio donde  haya intimidad, donde haya un refugio, donde nadie les vea… ¿Como quienes se drogan?

Toda esta realidad que vivimos cada día en nuestras aulas u hogares es la que está en el debate, y como en educación y en el siglo XXI hablar de “prohibir”  es muy cuestionado (aunque, como dice Masip, “prohibir la pornografía en menores es incuestionable, puesto que el vídeo más visto por adolescentes en España en 2021, 2022 y, acaban de confirmar que, en 2023, es una violación en grupo”), si podemos hablar de “poner límites”, de insistir en la educación digital, de hacer leyes pero sobre todo a las empresas tecnológicas para, por ejemplo, exigir un control real de sí por ejemplo pone WhatsApp que sus usuari@s tienen que tener mínimo 16 años, sea así. O sí se ha detectado que el scroll infinito genera adicción (y se ha hecho así aposta al igual que la forma de hacer vídeos en Tik Tok) exigir explicaciones  e  incidir en las repercusiones que tiene el uso de estas tecnologías en nuestro cerebro.

¿Qué le está haciendo a nuestro cerebro la dependencia de estos dispositivos?                                   

La mera proximidad de un teléfono, al parecer, contribuye a “drenar” nuestros cerebros, que pueden estar subconscientemente trabajando duro para inhibir el deseo de revisar estos dispositivos o monitorear constantemente el entorno para ver si debemos hacerlo (por ejemplo, esperando una notificación).

De cualquier manera, esta atención desviada puede hacer que cualquier otra cosa sea más difícil.

El 72% de los accidentes de coche son por mirar el móvil o por tocarlo. Un estudio encontró que simplemente hablar por teléfono, sin enviar mensajes, era suficiente para que quienes conducen reaccionaran más lentamente en la carretera.

También es cierto para las tareas cotidianas que implican menos riesgos. Simplemente escuchar un “ding” de notificación hizo que quienes participaban de un estudio se desempeñaran mucho peor en una tarea, casi tan mal como las y los participantes que hablaban o enviaban mensajes de texto por teléfono durante la tarea.

En general vamos a escuchar, en estos momentos de debate, mensajes de todo tipo que son fruto de una visión polarizada de la tecnología. En este breve post te dejamos los enlaces de argumentos para “ambas opciones”, para que, como siempre, seas tú quién decidas:  por un lado, los estudios que alertan sobre sus efectos negativos como la depresión, la ansiedad, el estrés, el agotamiento emocional, el sedentarismo o peor calidad de sueño, y te dejamos también enlaces de otros estudios que a la vez reconocen la importancia del uso, que no abuso, de los móviles para la comunicación, la formación de relaciones, la autoexpresión, la gestión de la información, la enseñanza o el aprendizaje…

De cualquier modo, lo que está claro es que pasarán años de investigación antes de que sepamos exactamente qué impacto tiene nuestra dependencia del móvil en nuestra fuerza de voluntad y cognición a largo plazo.

Mientras tanto, hay otra forma en la que podemos tratar de mitigar sus efectos nocivos, el zombie scrolling  del que hemos hablado,  la ciberpereza, la multitarea, las interrupciones constantes,.., tanto en nuestro alumnado como en nosotras o nosotros mismos:

El ayuno intermitente o dieta digital                                                                               

Varios estudios han comprobado que el ‘detox digital’ o el ayuno digital intermitente provoca cambios duraderos para mejorar el bienestar general y nuestra actividad cerebral. hacer pausas frecuentes, incorporar aperitivos de actividad física y controlar el tiempo que pasamos frente a pantallas.

En una revisión sistemática se concluyó que una desconexión puntual no tiene relación directa con el bienestar, el autocontrol o la salud general. Alejarnos de manera drástica de la tecnología con restricciones y sin modificar hábitos no provocará cambios efectivos. Podemos huir del mundo digital de manera temporal pero nuestros hábitos nos seguirán esperando.

Pero hacer desconexiones puntuales, por el contrario, sí nos puede ser útil para iniciar procesos de reflexión y tomar conciencia del uso que hacemos de la tecnología.

Cuando consigues que por lo menos tu alumnado reflexione, incluso pruebe, este ayuno intermitente digital, se consigue, según la experiencia hecha con 539 estudiantes de la Universidad Murcia que han tratado de pasar 24 horas desconectad@s de TV, tablet, ordenador y móvil, …que tomen conciencia del uso abusivo que suelen hacer de las tecnologías. También de la influencia de los medios digitales en sus rutinas diarias. Notar su dependencia tecnológica, una mejora en la concentración y una disminución en las interrupciones durante el tiempo de desconexión.

Solemos culpar a los algoritmos de las redes sociales por atrapar nuestra atención. Sin embargo, recientemente se ha demostrado que son las interrupciones internas de las personas las que provocan las distracciones. Según la neurocientífica Nazaret Castellanos, “el 80 % de las distracciones que nos secuestran surgen en casa, en nuestros móviles, no fuera”. Este tipo de interrupciones suelen ser impulsadas por nuestra necesidad de búsqueda de información nueva, reconocimiento social y miedo a perdernos algo importante.

Pero, y queremos acabar con este mensajes positivo, la propia tecnología también nos puede proteger de sí misma, siempre que haya un compromiso por nuestra parte. Por ejemplo, con la adopción de aplicaciones digitales de bienestar digital… ahí, tomamos el control. El psicólogo Luis Muiño lo expresa así:

Saber que estamos escapando temporalmente del mundo real y tener el control para poder regresar a él es una parte fundamental de nuestra relación con el mundo de las máquinas”.

 

 

 

 

 

 

 

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