10 noviembre, 2023


 

Esta semana han sido noticia dos jóvenes activistas climáticos que han roto a martillazos, en la National Gallery de Londres, el cristal de ‘La Venus del espejo’ de Velázquez, como llamada de atención a la emergencia climática. Esta juventud activista en los últimos meses ha centrado en obras de arte su blanco para llamar la atención a sus protestas climáticas: dos jóvenes activistas arrojaron sopa de tomate sobre el cuadro ‘Los  girasoles’ de Van Gogh en Londres y una pintura de Monet, en Alemania, sufrió la misma suerte al recibir puré de patatas lanzado por, una vez más, jóvenes del grupo Letzte Generation.

Y mientras algunos movimientos de jóvenes activistas climáticos continúan “vandalizando” (no llegan a tocarlas) obras de arte para llamar la atención sobre su preocupación por el planeta y nuestra inactividad, el profesorado nos preguntamos: ¿el miedo a un futuro y al cambio climático afecta a nuestras aulas?

“Manu es un joven comprometido con el medio ambiente. Se preocupa por informarse sobre el origen de los productos que compran en casa, cuál es el impacto climático de los medios de transporte que utiliza  o la forma más correcta de reciclar los residuos que genera. Y a pesar de sus esfuerzos, siente una constante sensación de impotencia. Cada noticia sobre desastres naturales,… le causa una gran angustia. Se siente abrumado por la magnitud de unos problemas ambientales que parecen inabordables y vive con un miedo constante al futuro, a lo que les espera a las próximas generaciones….Nos habéis dejado sin futuro”

La historia de Manu solo es una más de la multitud de casos de jóvenes en nuestras aulas y el todo el mundo que sufre ecoansiedad. 

Quienes estamos ahora impartiendo docencia y tenemos ya una edad, escuchábamos, hace 20-25 años, las noticias sobre el cambio climático como algo puntual, nos llegaban con cuentagotas y nos parecían lejanas, tanto como los polos, donde se derretían los icebergs al pie de sus blancos osos. En los últimos años, sin embargo, encendemos la tele, móvil, radio…y vemos cómo los mensajes catastrofistas sobre la crisis climática se suceden casi a diario: olas de calor, sequías, inundaciones, incendios, emisiones descontroladas de CO2…

Y eso nos angustia…sobre todo, a las personas más jóvenes.


Y es que en el frenético y siempre cambiante mundo en que vivimos, la preocupación por el medio ambiente y los efectos del cambio climático  ya sabíamos que están cada vez más presentes y cómo pueden impactar en el planeta y en nuestra salud física. Sin embargo, parece haber una pieza del rompecabezas que a menudo se nos estaba pasando por alto: cómo afecta a nuestra salud mental.

 

 

Y es que los datos de los estudios a nivel internacional son incuestionables: hay un fenómeno emergente que no podemos desentender en nuestras aulas y que está preocupando mucho a  los equipos profesionales de la salud mental: la ECOSANSIEDAD EN LA JUVENTUD.

Las cifras son desoladoras: el famosos estudio publicado en “The Lancet” el año pasado con datos de 10.000 jóvenes de entre 16 y 25 años procedentes de diez países reveló que:

El 60 % de la juventud están severamente preocupada por el futuro climático

– En el 84% de jóvenes está presente la angustia relacionada con el cambio climático

–  y el 75 % refirieron estar “aterrados” por el futuro con el cambio climático.

Es lo que se llama Ecoansiedad y se traduce en que más de la mitad de las y los jóvenes siente emociones como tristeza, ansiedad, enojo, frustración, impotencia y culpa, sentimientos que se acrecientan al considerar que los gobiernos no hacen lo suficiente para evitarlo.

De las investigaciones se extrae que la desazón por el deterioro del planeta es mayor en jóvenes y adolescentes, en mujeres -que son más sensibles a los efectos del cambio climático que los hombres-, y en las poblaciones más vulnerables por ser las más expuestas a desastres como inundaciones, borrascas o deslizamientos, pero tienen menos recursos para afrontarlas.

Además, una revisión publicada en julio por la revista British Journal of Psychiatry revela que existe una relación entre los trastornos de salud mental y la exposición a la contaminación ambiental. Otro informe en Environment International también ve en esta un factor de riesgo de desarrollar TDAH en la infancia. Ambos estudios se insertan dentro de un extenso corpus científico que confirma que el empeoramiento de la salud de los ecosistemas tiene efectos en el bienestar psicológico y emocional de nuestra infancia y juventud.

También  en el suicidio. Es ya una realidad el aumento de suicidios por parte de la población más joven, siendo ésta la principal causa de muerte entre los 15 y 29 años, según indica la OMS. Una de las causas principales es el sentimiento de no tener un futuro asegurado o la visión de un futuro destructivo y fatalista. (Se ha demostrado que existe una relación directa entre la tasa de suicidios y la temperatura: a mayor calor, mayores tasas de suicidio (debido a todo lo que conlleva el aumento de la temperatura global). Por esta razón, se prevé que la emergencia climática podría tener un gran impacto negativo en los trastornos mentales tales como la depresión, la ansiedad, la demencia, la esquizofrenia y muchos otros desórdenes. Tamma Carleton, economista ambiental, estima que el aumento de temperatura de los últimos 30 años ha sido el responsable de alrededor de 59.000 suicidios en India (6,8% de la tendencia alcista total).

Además, el cambio climático acarreará una mayor prevalencia de alergias, enfermedades respiratorias, infecciosas e incluso migraciones involuntarias, el aumento de algunos cánceres o que enfermedades que se creían erradicadas vuelvan a aparecer. Esto, unido a las cada vez más frecuentes y prolongadas olas de calor, lleva a pensar a los expertos que “el número de personas afectadas por diferentes niveles de ecoansiedad irá en aumento”.

Con todos estos datos,  y más sabiendo que encima la ecoansiedad, al igual que la ansiedad por cualquier cosa, “es contagiosa”, nos toca hacer algo como docentes.

Y para eso, lo primero sería saber identificarla ¿Cuáles serían los síntomas de la ecoansiedad en nuestra juventud?

“Es una ansiedad climática, una preocupación, una inquietud y una incertidumbre por el impacto del cambio climático en el día a día y en el futuro“, explica María Pastor Valero de la Universidad Miguel Hernández de Elche, que se manifiesta, dependiendo de la personalidad y las circunstancias, en forma de “sentimientos y emociones de tristeza, de pérdida, de rabia, de depresión…”

En principio, la ecoansiedad no es un diagnóstico clínico ni patológico ni hay que medicarlo. Menos cuando “la rumiación y la preocupación continua” es elevada y crónica, y que en algunas personas puede desembocar en un trastorno mental, en cuyo caso sí sería necesario tratar.

Y una vez identificada es importante investigar si existe algunas formas de gestionar esos impactos emocionales de la conciencia sobre el cambio climático que observamos en nuestro alumnado.

Recetas contra la ecoansiedad: Del miedo a la acción: consejos de los expertos de Yale para gestionar la ecoansiedad

Te animamos a investigar y ajustar las propuestas a tu aula, y te dejamos algunas estrategias  (tienes más en este artículo) que propone la Universidad de Yale:

-La primera de ellas es hacer una dieta mediática: nos  advierten del impacto que supone estar en continua exposición a noticias sobre desastres climáticos o el futuro incierto del planeta. No se trata de evitar cualquier información sobre el cambio climático. Hay una diferencia entre conocer los hechos y leer los artículos clave, y exponerse a las mismas imágenes e historias una y otra vez.

– La segunda es  participar en la acción colectiva que se ha visto es clave para mitigar la ecoansiedad. “Participar en una acción colectiva puede tener multitud de beneficios, incluida la conexión social con personas que comparten objetivos y valores similares”, afirma Lowe en el artículo de Yale.

 

 

 

 

 

 

“Participar en colectivos activistas son una “forma terapéutica para abordar la ecoansiedad”, ya que hay datos recientes “que apoyan científicamente que puede convertirse en un círculo virtuoso”

                                                                         

– También se encontró que las acciones individuales, como reciclar o apagar las luces, no reducen la ansiedad climática en el mismo grado que las acciones colectivas, pero algo hacen.

Además, es importante  que si la expresan en tu aula:

  • Escuches atentamente. En lugar de quitarle importancia o intentar sin más que dejen de sentirse como se sienten, pregúntales, escúchalos, deja que es expresen sobre lo que sienten de cara al futuro, etc. Valida sus emociones y acompáñalas sin juzgar.
  • Responde de manera honesta. La solución no es esconder la verdad y que cierren los ojos a un problema que es real, pero que la información que les llegue sea objetiva, fiable y clara, pero limitada, y siempre en función de su edad. Como avanzábamos, la sobreinformación puede hacer que entren en un bucle de ansiedad de la que es difícil salir.
  • Evita el catastrofismo. Los niños, niñas y adolescentes son aún más impresionables que los adultos cuando se trata de catástrofes e imágenes impactantes, por eso debemos evitar exponerlos a imágenes o contenidos alarmantes, por ejemplo, de inundaciones, incendios… pueden saber que existen, pero sin exponerlos a las imágenes, especialmente a las y los más peques.
  • Fomenta el optimismo y la esperanza. Si, en lugar de contarles todas las desgracias que van a ocurrir debido al cambio climático, les contamos todo lo que se está haciendo o se puede hacer para evitarlo, además de aliviar su ansiedad, les animaremos a que formen parte de la solución en lugar de pensar solo en el problema.
  • Ayúdale a ser partícipes de la solución. Además de cundir con el ejemplo, podemos enseñarle a formar parte de la solución, a reciclar, a apagar las luces, a ahorrar agua, a que esté en contacto con la naturaleza para que vea todo lo que puede cuidar, etc. (Por ejemplo, las 5 lecciones eco básicas en coles: 1) Huertos caseros: animar a crear su propio huerto en el hogar, les enseña el valor de la agricultura sostenible, cómo crecen los alimentos y a cuidar las plantas de manera responsable. 2) Arte reciclado: las manualidades sirven para comprender la trascendencia del reciclaje y cómo es mejor reutilizar materiales, como el cartón o los plásticos, en lugar de reciclarlos. 3)Investigación y aprendizaje: recomendar la lectura de libros, la visualización de documentales o la búsqueda de información sobre la biodiversidad o energías renovables les permitirá adquirir conocimientos y entender mejor los desafíos ambientales a los que se enfrenta el mundo. 4) Recolección de basuraleza: organizar excursiones para recoger basura en parques, playas o áreas naturales sirve para que comprendan la importancia de mantener estos espacios libres de desechos que pueden dañar el ecosistema. 5)Sensibilización comunitaria: consiste en que realicen pequeños materiales caseros como dibujos o carteles para informar a su entorno sobre la relevancia de cuidar el planeta y la forma en la que pueden contribuir a ello.

Y con todos estos recursos prácticos y con un mensaje positivo queremos cerrar este post a un tema nada positivo, muy preocupante y que se puede vivir como un obstáculo en la educación y vida de nuestro alumnado, pero también como un acicate para luchar contra el cambio climático.

Invitemos a nuestra juventud a ver lo positivo en su inquietud por el medioambiente  y que les sirva para involucrarse en su defensa

 Tal y como recoge el New York Times, las investigaciones nos dicen que, para las personas mentalmente sanas, un toque de ecoansiedad podría ser un motor para la acción. “En este momento, la ecoansiedad es algo que llevará a la gente a actuar de manera positiva y tratar de proteger el medio ambiente“.

Este 2023, al tiempo que el miedo crónico al desastre ambiental crece, también lo hace el papel de una nueva generación que ve en el reto climático una oportunidad para hacer frente a nuevos desafíos, desarrollar habilidades y hacerse un hueco en la sociedad mientras protege al planeta de la contaminación y la pérdida de la biodiversidad.

De la misma forma en que el término nativos digitales remite necesariamente a quienes nacieron dominando los smartphones, a esta juventud también se la conoce desde hace algunos años como nativos sostenibles: expresión relativamente nueva, que define a quienes han crecido escuchando alertas sobre el efecto devastador de los incendios o la contaminación por plásticos, y que no esperan a que sean otras personas  quienes construyan su futuro.

¡Que sea esta generación la que tengamos y fomentemos en nuestras aulas!

PD: Y si esta semana te falta alguna actividad para hacer con tu alumnado, recuerda el antiguo proverbio que dice: “El mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años; el segundo mejor momento es ahora”

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