31 agosto, 2022

Los mundos virtuales o metaversos son espacios ficticios tridimensionales en los que se puede participar a través de avatares para intentar reproducir la vida real en lo que se ha llamado a veces metáfora virtual.

Pedagogía e imaginación

En los años 30 del siglo pasado, las llamadas Misiones Pedagógicas viajaban a pueblos con pocos recursos, escondidos y alejados de las grandes ciudades. Siete mil pueblos en los que los niños y las niñas apenas tenían acceso a la educación las conocieron. Además de los medios tradicionales; libros, mapas, dibujos, revistas, canciones, juegos, que en aquel momento se utilizaban para el aprendizaje, aquel grupo de pioneros y pioneras de la educación universal llevaban consigo en sus rudimentarios transportes un proyector cinematográfico.

Reacción ante sus primeras proyecciones de cine, Misiones Pedagógicas

Las películas que proyectaban en aquellas poblaciones desprovistas de escuelas, eran las primeras imágenes en movimiento para muchas de las personas que se reunían en las aulas improvisadas. Grandes montañas, animales salvajes de otras latitudes, desiertos, selvas, pasaban en blanco y negro -y una infinita gama de grises- por delante de sus ojos. Y aquellas niñas y niños se sentían transportados hasta esos otros lugares del planeta, que de pronto, de manera casi mágica, se abrían a su entendimiento como si de otro mundo se tratase.

¿Qué hubiesen podido conseguir aquellas Misiones Pedagógicas si en un momento dado esos niños y niñas hubieran podido visitar sin moverse de sus casas la Roma Imperial, y ver cómo vivían entonces, cómo se vestían, cómo se alimentaban, o la Catedral de Notre Dame en cualquiera de sus épocas, o si hubieran podido nadar con unas orcas en un mar creado para eso? Hoy eso es posible.

La virtualidad que suponían las imágenes proyectadas contra la pared encalada era un recurso inmenso para abrir la imaginación primero y el conocimiento después. La posibilidad de convertirse en un avatar y vivir una experiencia de inmersión en cualquier museo del mundo, o incluso en cualquier cuadro de cualquier museo, puede ser el recurso de un futuro mucho más cercano de lo que pueda imaginarse.

Porque varias generaciones ya se adentran en mundos ficticios con la intención de interactuar con otras personas que, aunque están diseminadas por todo el planeta, también han querido transformarse en seres virtuales y pueden compartir espacios con sus avatares. ¿Por qué hacen esto? ¿No tienen suficiente con nuestro mundo? ¿Es solamente una ilusión, o al traspasar sus personalidades a un avatar ficticio lo transforman en algo real?

Los “avatares” de la vida ya no son los “avatares” de antes. La riqueza del idioma y sus posibilidades polisémicas cambian según avanzan algunas cosas. Igual que la palabra desinformación ha ido cambiado paulatinamente de significado, el significante avatar ha tomado como principal significado el que generalmente era el segundo: la transformación, la reencarnación.

Si somos capaces de aprender cosas cuando nos hemos convertido, por ejemplo, en un personaje élfico alado, entonces lo virtual será un recurso más para nuestra formación, y no solamente un modo de entretenimiento.

¿Es el Metaverso un lugar en el que vivir?

En la novela Snow Crash, de Neal Stephenson, una joya de la corriente de ciencia ficción cyberpunk, apareció de manera conceptual el término Metaverso y se llamaba avatar a la segunda personalidad de los protagonistas, por ejemplo, un repartidor de pizzas era un príncipe samurái en el Metaverso. Era 1992.

En 2003 se empezó a utilizar Second Life, la primera comunidad virtual. Y hace apenas un año la empresa propietaria de la red social más utilizada en el mundo cambió su nombre y decidió llamarse “Meta”, y con ese cambio de nombre y filosofía, abrió las puertas a introducir esta nueva tecnología en el mundo educativo.

Las expectativas son interesantes, se apunta incluso que la metodología de enseñanza puede cambiar ante la posibilidad de enfrentarse a un aprendizaje inmersivo e interactivo. Una fórmula con la que el alumnado recibirá la información siendo protagonista de esa información en entornos de realidad virtual que, a priori, facilitarán la asimilación de los contenidos.

Las expectativas son interesantes, se apunta incluso que la metodología de enseñanza puede cambiar ante la posibilidad de enfrentarse a un aprendizaje inmersivo e interactivo.

Más allá de que podamos volar, correr, recorrer mundos fuera del tiempo, saludar y conversar en múltiples idiomas que en la realidad no dominamos, y que todo esto lo podamos hacer tras el parapeto de un avatar diseñado a nuestro gusto desde una silla de escritorio, más allá de que seamos parte de un universo que otras mentes han creado y que, como el real, también se expande, aunque no estemos en él.

Más allá de todo eso, lo interesante es reconocer que el metaverso puede ser buen recurso para la educación. Se está trabajando intensamente en diseñar espacios dentro del espacio general del metaverso que sean aulas de inmersión cultural y científica.

Sin lanzar campanas al vuelo, pues los procesos dependen siempre de variables que escapan de cualquier control, podemos soñar con una herramienta de gran capacidad más.

Es posible que las gafas de realidad virtual, los dispositivos de realidad aumentada y los ordenadores de última generación transporten a esas realidades alternativas de manera mucho más eficaz a como lo hacían aquellas proyecciones de reportajes de naturaleza de las Misiones Pedagógicas en los años 30 en los recónditos pueblos de España, en nuestras manos está darle sentido a ese recurso.

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