8 junio, 2017

He aquí una nueva definición de “despacito” para este “veranito”, que aunque la RAE no la añada en el diccionario seguro que se nos quedará grabada en la cabeza muucho tiempo tras el éxito que está teniendo estos meses la omnipresente y dichosa canción ¡y la que nos espera!

Y es que este mes de Junio ¡empieza el verano! Dejamos atrás horarios, costumbres, rutinas, estrés… y, en la mayoría de los casos, empezamos dos mesecitos de mucho más tiempo libre, de ocio, libertad y relaaaaaax.

Incluso aunque, si estamos estudiando, nos haya “quedado alguna” para septiembre, el verano es el momento en el que el cuerpo nos pide frenar un poco ese ritmo acelerado de todo el curso, ir “pasito a pasito” y “suave, suavecito”, levantarnos a “las mil”, vivir sin hora,…

En fin, que el cuerpo nos pide “verano slow” (también por “los calores”, que con estos 40º a la sombra, parece que estamos en Mordor y van a aparecer de un momento a otro dos hobbits para echarnos un anillo, uufff).

Lo del verano “slow” (“despacio” en inglés) se ha puesto de moda este año, igual que fue tendencia esta filosofía de “vive lento” en la Slow food, slow travel, slow fashion, slow web,…

¿Y cómo serían unas vacaciones “slow”? Pues esta filosofía aboga para que este verano nos enfrentemos de una vez por todas al estrés, la enfermedad del siglo XXI, y a la expresión típica de nuestros días de “no tengo tiempo para…”, y viajemos, descansemos, veraneemos sin prisas y mimetizándonos con nuestro alrededor con muuuucha calma (nada de recurrir a comida rápida, almorzar mientras caminamos, ir a centros comerciales, etc).

Pero ¿y si lo que nos pide el cuerpo este verano para nuestro tiempo libre es el “yo quiero marcha, marcha”?

A veces, dependiendo también de la edad, nos apetece un poco de “rapidito” y fast life en el verano. Fiesta, marcha, colegas, trasnochar, aventuras, “despiporre”, dejarse llevar,… en fin, justo todo eso que madres y padres más temen si tienen adolescentes o jóvenes en casa.

Eso es lo que dice un estudio de “La Vanguardia” sobre jóvenes, familia y verano. El temor que más puntúa, y con mucha diferencia, un 53%, de cara al uso del tiempo libre en verano de sus adolescentes, es el que, con el descontrol estival, “consuman alcohol, y otras drogas”. También, en segundo lugar, con un 23%, está que “sus hijas e hijos se junten con malas compañías”.

Esos serían datos cuantitativos de los estudios, encuentras artículos que hablan de “cómo sobrevivir un verano con un adolescente o joven en casa”. La parte cualitativa se traduce en testimonios como el de este padre:

“Mi hijo Lucas (16 años) ha llegado este junio con las notas diciendo “yo ya he cumplido, ahora comienza mi operación vacaciones: uno, no parar con la Xbox hasta que me salgan ampollas. Dos: excavar un foso alrededor de la cama y soltar perros para que a nadie se le ocurra despertarme antes de la hora de comer. Tres: no pienso levantar un dedo ni para rascarme. Cuatro: Fiestaaaaa”, así que nos espera un largo y cálido verano en el que lidiar las 24 horas del día con la desidia, los cambios de humor, el aislamiento voluntario, el no a todo excepto a los amigos, las hormonas en estado de alerta, los viajes a desgana y las broncas como salsa habitual de toda esa ensalada”.

Es decir, empezamos el verano con preguntas como ¿viajes familiares o la guerra? ¿Malas notas igual a verano de penitencias y castigo? ¿Cursos o campamentos? ¿Me puedo ir por mi cuenta con mis colegas? ¿Y si surge un amor veraniego? ¿Otra vez al pueblo?,…

Sea cuál sea la pregunta o la respuesta, en verano toca consensuar con la familia cómo serán las vacaciones. Si, por ejemplo, consideramos que visitar Florencia es una forma de maltrato infantil (testimonio real de un adolescente), a lo mejor podemos ver el lado bueno del viaje familiar haciendo un listado de las pizzerías y heladerías de la ciudad. O pedir que un amigo o amiga se pueda venir al apartamento alquilado en la playa…

Si queremos llegar a septiembre “sin víctimas”, en la planificación familiar del verano toca seguir los dichos estrategas de “para enfrentarse a un adversario es necesario convertirse en él” y “no hay mayor victoria que aquella que no requiere batallas”. Es decir, este verano, queramos los planes que queramos, slow o fast, nos toca escucharnos, consensuar y buscar soluciones que encajen con las expectativas veraniegas de tooooda la familia, abuela incluida, así que ya sabes, pasito a pasito, disfruta el veranito…

¿Y TÚ QUÉ… este verano eres de “despacito o rapidito”?

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