Blog

Del Nei Jing y el Canon de Avicena a las redes, sin anestesia

Las plataformas de redes sociales se han convertido en los medios de comunicación más utilizados y ya son una de las fuentes de información principal para millones de personas, especialmente jóvenes y adolescentes. Instagram se proyecta hacia los 1.500 millones de personas usuarias en 2026.  En este contexto, las redes son un repositorio principal de información sanitaria, y para el 67% de jóvenes y adolescentes, una fuente que supera a las fuentes médicas tradicionales.

Entre el 2697 y el 2597 a. C. aproximadamente, vivió Huang Ti, conocido como el Emperador Amarillo. Dejó escrita una colección de diálogos entre él mismo y su médico, Ch’i Pai.

Muchos años después, durante el período de los Reinos Combatientes, esos escritos fueron compilados y titulados como el Nei Ching. Es el Canon de Medicina Interna del Emperador Amarillo, el más antiguo tratado de medicina.

Un libro que han consultado millones de personas durante siglos, un libro del que no podemos afirmar que realmente fuese escrito por la persona que ha sido llamada el “Padre Mítico de la Medicina China”.  Entre otras cosas, porque tal vez Huang Ti nunca existió.

La pandemia de COVID-19 intensificó el uso de las redes sociales y otras plataformas para buscar información sobre temas de salud, y ya son herramientas fundamentales para comunicar riesgos y encontrar respuestas a consulta habituales.

Una encuesta de YouGov y Healthline de septiembre de 2024 nos aclara que el 67% de las personas que forman la Generación Z se informa habitualmente sobre sus dudas de salud a través de las redes, y no llegan al 20% las que lo hacen a través de su médico o médica.

También durante la pandemia se popularizó el término «infodemia», que se había acuñado durante el brote del síndrome respiratorio agudo severo (SARS) de 2003; es una sobreabundancia de información unida a todos los tipos de desinformación que dificulta la identificación de fuentes fiables y que ya ha tenido consecuencias letales en jóvenes y adolescentes:

Entre ellas, e rechazo a las vacunas, la automedicación con sustancias peligrosas, el retraso o evasión de tratamientos médicos eficaces y la erosión de la confianza en la ciencia y las instituciones sanitarias.

Todo esto está sucediendo, fundamentalmente, por no saber qué información está sustentada en la ciencia y cuales buscan intereses espurios.

Influencers de la salud

El Canon de medicina de Avicena es una enciclopedia médica de cinco volúmenes que escribió en los primeros años del siglo XI el médico persa Ibn Sina (Avicena para nuestra zona del planeta).

Esta obra cumbre de la medicina universal recopilaba un inmenso conocimiento sobre las tradiciones de las medicinas griega y romana; la medicina persa, la china, la de la India y la medicina árabe preislámica.

Avicena era el príncipe de los sabios para sus seguidores, y aquella obra literaria fue fundamental para el desarrollo de la medicina moderna.

Queda claro que siempre ha habido influencers. Avicena lo era.

Los influencers de hoy no se paran a escribir una enciclopedia de cinco tomos, sino que graban decenas de vídeos de entre veinte y cuarenta segundos. Y con ese sistema ejercen una influencia innegable en la conducta de sus seguidores y seguidoras.

Este fenómeno de influencers de la Salud presenta tanto oportunidades como riesgos.

Profesionales de la medicina y la salud y otras personas expertas, utilizan las redes sociales para presentar estudios, opiniones y recomendaciones, contribuyendo a la alfabetización sanitaria.

Sus contenidos se centran en estas áreas temáticas, por orden de interés: Salud alimentaria y prevención de enfermedades; cuidados de padres y madres a hijos e hijas; y salud mental y consejos de autoayuda.

Estas personas, influencers de la salud, están tomando el relevo de los y las Huang Tis y Avicenas que en la historia han sido.

¿Y dónde está el problema?

Sucede que en la misma agua también nadan otras personas que suponen uno de los mayores peligros de nuestro tiempo en materia de salud. Gente que se dedica a la difusión de contenido falso, sin conocimiento, sin preparación y, en no pocas ocasiones, siendo conscientes de que mienten y que lo hacen buscando el daño.

Y mientras profesionales e instituciones trabajan en ello, jóvenes y adolescentes tienen también en su mano protegerse y proteger a su entorno adoptando una postura crítica y proactiva.

En ocasiones se producen de modo coordinado, se generan campañas en redes desde grupos organizados que buscan crear tensiones geopolíticas, o beneficios económicos a costa de la salud de la población, y también buscan seguidores o el reclutamiento de jóvenes para grupos extremistas.

En ocasiones, personas concretas y conocidas, desde un puesto de responsabilidad pública importante se salta las lógicas normas de la ciencia y propone soluciones médicas falsas a problemas de salud reales. Y esto es utilizado por quienes buscan el desconcierto y la discordia.

De modo que la difusión de información sanitaria falsa tiene repercusiones directas y graves sobre la salud individual y colectiva, y afecta a la toma de decisiones y la seguridad de jóvenes y adolescentes.

No podemos perder de vista que la desinformación sobre salud pública es un tipo específico de riesgo que se lanza con la intención maliciosa de sembrar la desconfianza en organismos oficiales, en las personas científicas expertas y en el sistema de salud.

No es algo nuevo, no es algo que haya nacido con la llegada a nuestras vidas de las redes sociales. Históricamente se ha utilizado en muchas ocasiones, a veces para culpar a grupos determinados durante crisis sanitarias; como la peste bubónica del 94 en la India o la pandemia de VIH; a veces para despejar miedos y procurar calmar a la población, como cuando a la letal pandemia mundial de Gripe que se inició en 1918 en Kansas se optó en el mundo por llamarla la Gripe Española.

Este fenómeno de influencers de la Salud presenta tanto oportunidades como riesgos.

Es crucial distinguir los diferentes tipos de información falsa para comprender la intención y el impacto de cada uno.

Quedémonos con estas tres posibilidades:

Información Errónea: Es la información falsa que se difunde sin la intención de engañar. Quien la comparte puede creer que es cierta o útil. No es maliciosa en sí misma, pero puede ser peligrosa.

Desinformación: Información falsa creada o difundida con pleno conocimiento de su falsedad y con la intención de engañar y causar daño. Por ejemplo, las campañas organizadas para afirmar que las vacunas contienen microchips.

Infodemia: Una sobreabundancia de información (cierta y falsa) que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables cuando las necesitan.

Para contrarrestar estas amenazas para jóvenes y adolescentes, resultan importantes la alfabetización mediática y la sanitaria, la comunicación directa por parte de los profesionales de la salud, y la acción coordinada de instituciones globales como la OMS con empresas tecnológicas y gobiernos.

Sin duda las personas profesionales de la salud tienen que estar en primera línea para contrarrestar la desinformación. Y no está de más que busquen aparecer en los mismos canales donde se propaga la desinformación, para generar corrientes de opinión verídicas, presentar estudios y ofrecer recomendaciones, como ya hacen en plataformas como Twitter e Instagram.

También las Organizaciones globales y locales tienen programas para combatir este problema.

La salud pública, como declaró el director de la OMS, es en última instancia “una elección política”, y combatir la desinformación es una inversión crucial para proteger vidas y economías.

Y mientras profesionales e instituciones trabajan en ello, jóvenes y adolescentes tienen también en su mano protegerse y proteger a su entorno adoptando una postura crítica y proactiva.

Estas son cuatro pautas a seguir para alejarse del peligro de los falsos consejos médicos:

  • Hacer una pausa y pensar críticamente:Antes de compartir, preguntarse: ¿Es fiable este contenido? ¿Cuál es la fuente original? ¿Qué sensación me produce?
  • Verificar la fuente:Desconfiar de fuentes no oficiales y buscar información en sitios de organismos reconocidos.
  • Cuidado con las alertas y titulares llamativos:Una de cada tres noticias sobre salud en internet resulta ser falsa. Se debe tener especial cuidado con consejos de influencers no cualificados o “tratamientos milagro”.
  • No compartir ni difundir, sino denunciar:Si se recibe un bulo, no debe ser reenviado. Se debe informar sobre su falsedad en grupos privados y utilizar las herramientas de denuncia de las plataformas de redes sociales. En España, la Policía Nacional y la Guardia Civil disponen de canales para denunciar estos hechos.

Y con estos sencillos cuatro pasos, se convertirán en un antivirus perfecto para la pandemia de la desinformación sanitaria.

Artículos relacionados