Las arañas de la comunicación
Vienen a ponerte
Cerco al corazón
Éstas líneas de una canción de Juan Perro (Santiago Auserón), Agujero en la red, son de hace veintidós años, de su disco Cantares de Vela.
Veintidós años asumiendo esa realidad; somos “un agujero en la red”.
Fuerzas políticas y fuerzas militares lo saben, y lo utilizan. Sabemos, por ejemplo, porque nunca se escondió, que en Birmania, el ejército utilizó una red social para alimentar el odio hacia los musulmanes rohinyá y justificar el posterior genocidio. Un ejemplo extremo que no es único ni mucho menos y que ponen de manifiesto que las redes sociales pueden alejarse de esa utópica visión del inicio de su andadura en el que se intuía en ellas una maravillosa herramienta hacia la democratización del planeta.
La tecnología ha acelerado los procesos de decisión y reflexión, la masa crítica conectada (joven y no joven) basa sus opiniones en lo que viven fuera de su mundo conectado, y también en lo que reciben a través de sus dispositivos, de ahí que estemos ante una generación con comportamientos diferentes a las anteriores a la hora de enfrentarse a las decisiones y acciones políticas.
Ésta situación ha desconcertado a la llamada clase política, que trata de incorporarse al juego de las redes con la misma velocidad con la que la tecnología avanza, procurando enganchar con ese segmento de población que apenas utiliza los medios de comunicación tradicionales y que se alimenta intelectualmente de lo que le sirven en la red.
Y sucede entonces que en ocasiones se da la paradoja de que al intentar empatizar y adaptarse a los gustos de esa generación, se produce un alejamiento, pues se hace torpemente, se confunde el tono, la actitud y el contenido.
Sin embargo, por otro lado, con muy poco personal y con conocimiento suficiente, se pueden llegar a tener un impacto inmenso en muy poco tiempo apoyándose en la permeabilidad de las redes y contando con el espíritu rebelde –no necesariamente crítico- de quien recibe los mensajes.
La generación Alfa relaciona positivamente las redes sociales con el activismo civil y político
Nunca es bueno generalizar, pero sí lo es conocer la realidad. Y una parte de esa realidad es que las generaciones Zeta y Alfa pasan horas y horas con la mirada pegada a sus teléfonos móviles, lo que de ellos saca, en muchos casos, está perfectamente orquestado para cambiar su percepción de la realidad.
Las tecnologías siguen acelerando los procesos del fluir de la información, el acceso a las fuentes, la comunicación entre personas.
Las tecnologías aumentan la eficacia de muchas tareas, complementan las posibilidades de entretenimiento, y pueden, con la correcta utilización, ser una grandísima ayuda para la formación.
Además, en el asunto que hoy nos ocupa, son un vehículo para el activismo social y político, un canal abierto en miles de direcciones, y, como la mayoría de canales, con sentidos de ida y vuelta.
En tiempos de elecciones, sin decoro ni mayores problemas éticos, se propagan informaciones tergiversadas, manipuladas o directamente falsas, y se hace buscando al público que puede caer en la trampa (porque son una trampa).
Y esas desinformaciones influyen en los resultados, adulterando la limpieza de la contienda política, que debería estar guiada por la verdad de los acontecimientos.
Si desde tantos lugares se han sumado al engaño como forma de comunicación es porque hay mucha gente predispuesta a ser engañada.
Las manifestaciones de odio, la radicalización de los mensajes, incluso el reclutamiento para organizaciones violentas, están ahí, y a ellas se exponen jóvenes y adolescentes en sus búsquedas diarias en redes e internet.
Buscar una información, publicar un comentario, compartir la publicación de otra persona, o simplemente decir que algo “te gusta”; eso lleva el camino de ida y vuelta.
Por un lado, afianza un sentimiento de confirmación de la personalidad, que incluso puede llegar a ser un sentimiento de activismo, de implicación ciudadana. Por otro lado, se abre la ventana y el resto del planeta puede mirar dentro, sacar conclusiones y actuar en consecuencia.
La generación Alfa relaciona positivamente las redes sociales con el activismo civil y político… y precisamente por ese interés en involucrarse, deja así abierta la ventana por la que pueden entrar las ideologías más dispares.
Las ideologías políticas, sobre todo las que más capacidad de impacto tienen, han entrado de lleno en el modelo de la publicidad programática.
Porque la política se ha convertido en un entretenimiento más, un espacio para shows de talento, un paraíso del “zasca”, y también, por qué no decirlo, en una placa Petri para la bacteria de la mala educación.
Cualquier cuestión minia puede convertirse en asunto de tendencia en las redes, y su viralidad llega a todas las ventanas abiertas.
¿Qué hacer ante esta situación?
Cuando se habla de generar un control a los bulos, a las mentiras en redes, a las imágenes generadas por IA o manipuladas con aplicaciones de edición de imágenes, se acude al concepto de libertad de expresión para validar esas conductas engañosas.
Y es posible que, ante esto, la sociedad deba tomarse en serio repensar el concepto de libertad de expresión, porque es muy probable que no sea eso lo que creen preservar quienes defienden el engaño como fórmula de comunicación.
En este momento, el nivel de toxicidad de algunas de las redes es tal que la etapa adolescente y de primera madurez resulta un caldo de cultivo perfecto para la transmisión de ideologías fundamentalistas y radicales, justificadas mediante informaciones manipuladas o falsas.
Crecer implica, desde siempre, romper con lo que no se ajusta a lo que se considera ideal, y crecer en la edad adolescente suele llevar aparejada una voluntad de cambiar lo establecido. Las redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea son un canal abierto a la rebeldía, a veces sólo como escaparate de opinión, y en ocasiones como generadoras de cambios reales.
En la adolescencia aún hay inseguridad, desconfianza, indecisión. Hablamos de personas impresionables, a las que es posible dirigir haciéndolas creer que esas opiniones, esa ideología, es la única coherente para su vida (una vida que es convenientemente conocida por quienes envían los mensajes).
Las ideologías políticas, sobre todo las que más capacidad de impacto tienen, han entrado de lleno en el modelo de la publicidad programática. Los radicalismos utilizan ese sistema de captación, que en el mundo mercantil busca clientes y en el ideológico, simpatizantes, votantes, y en los casos más radicales, fanáticos.
Hay un interesantísimo camino por recorrer para garantizar una política íntegra, en paz y equidad. Un camino que apela a los y las adolescentes, a sus familias, a la ciudadanía en general, a los medios de comunicación como garantes del derecho a la información y, por descontado, a las autoridades y a los partidos políticos.
¿Será capaz nuestra sociedad de afrontarlo?
Resulta imprescindible la formación al profesorado y las familias para que puedan guiar en su crecimiento crítico a adolescentes y jóvenes. Para que puedan diferenciar entre lo que es información y lo que no lo es y, con ello, beneficiarse de todas aquellas cosas extraordinarias que les brinda la tecnología.