28 septiembre, 2022

Desde que en 2010 se registró y aceptó por primera vez el uso en nuestro idioma de la palabra influencer, este fenómeno crece cada año. La mayoría son jóvenes que han conseguido su popularidad en redes y plataformas; Instagram, YouTube y Twitch son las principales vías para sus comunicaciones.

Su implantación también atrae a niños y niñas que muestran su interés no sólo en seguir a influencers, sino también en serlo.

La influencia como medida del éxito

La prevalencia de las pantallas en la infancia sigue en aumento, la cantidad de imágenes que se consumen desde edades muy tempranas tendría que unirse a la calidad de esas imágenes, hay que controlar el tiempo de exposición sin dejar de valorar lo que transmiten, su utilidad.

Muchas niñas y niños ya fantasean con ser influencers y, desde luego, una gran cantidad consume habitualmente lo que publican estas personas que son, sin duda, líderes de opinión. Esto no es necesariamente malo en sí mismo.

Como tampoco era malo necesariamente querer salir en el poster central de la revista Súper Pop en los años 80 o leer todos los consejos que en ella aparecían.

Como tampoco era malo necesariamente seguir las costumbres y opiniones de estrellas de la música, el cine o el deporte para tomar, a partir de ellas, decisiones personales.

En las redes sociales existe una gran variedad de influencers que comparten contenido sobre una infinidad de temáticas.

La influencia en muchas ocasiones está ligada al mercado

Jorge III del Reino Unido decidió poner su sello personal en la porcelana Wedgwood, y resultó un verdadero revulsivo para la marca, que hasta entonces no tenía tan inmensa aceptación social, y con el simple sello y un regalo a la Reina Carlota, la porcelana Wedgwood se convirtió en un producto de lujo ansiado por todo el mundo. Dos influencers de categoría en este ámbito Jorge III y Carlota de Meklemburgo. Porque la influencia en muchas ocasiones está ligada al mercado, y eso es algo que conviene no perder nunca de vista.

 

 

Bob Marley, Madonna, The Beatles, Lady Di, Walt Disney, Marilyn Monroe, Pelé… todas estas personas han sido, de manera buscada o casual, influencers de altísimo nivel bastante antes de la existencia de las redes sociales e internet, más allá de su profesión, marcaban tendencias, eran líderes de opinión.

Todas estas personas aprovechaban su fama, conseguida por sus condiciones o su profesionalidad, para dirigir el pensamiento e incluso alterar las costumbres y los gustos de miles de personas.

El cambio de mentalidad es el más difícil de conseguir, y, sin embargo, en la última década han surgido, haciéndose fuertes a través del dominio de las redes sociales, personas que, sin ser famosas de partida, han sabido hacerse hueco y conseguir millones de seguidores y seguidoras que están al tanto de lo que cuentan, de lo que opinan y por añadidura, de lo que consumen.

En las redes sociales existe una gran variedad de influencers que comparten contenido sobre una infinidad de temáticas. A través de sus publicaciones, nuestras hijas e hijos se informan sobre moda, fitness, noticias o videojuegos, entre otros muchos temas.

Tenemos que tener claro cuando nuestras hijas e hijos ven a sus influencers que, si para ellas y ellos son tan importantes, tenemos que conocerlos y conocerlas. También hay que valorar si el tiempo que dedican a atender a estas personas es mucho, es poco o es el adecuado, y en cualquiera de los tres casos, si es tiempo de calidad.

Por eso, es fundamental que analicemos ese contenido, dando prioridad a la calidad frente a la cantidad.

Como hemos visto, los temas en los que se centran los y las influencers y sobre los que tienen ascendencia son muy variados, y por eso hay tantos perfiles diferentes, lo que es otra gran ventaja, porque realmente casi cualquier persona puede sentirse reflejada en alguna o alguno, y no perderse nada de lo que va contando al mundo desde su rincón conectado.

Y ante esta ocupación tan particular de la segunda década de siglo, surgen, como cabía imaginarse, la profesionalización por un lado y el espíritu de imitación por otro.

En los años 70, ante el bombardeo de noticias sobre la carrera espacial, ser astronauta era una opción muy elegida en el imaginario infantil como posibilidad de futuro, hoy lo es ser influencer, y es posible que por razones muy similares.

Con la diferencia radical que supone el hecho de que para intentar ser astronauta el camino está bastante más allá de las paredes de una habitación, y, sin embargo, para ser influencer el camino puede iniciarse y terminarse entre cuatro paredes.

Por eso, desde Educación Conectada nos animamos a dar algunas pautas a quienes se encuentran con que en casa tienen a alguien con la idea de ser influencer.

Si quieres ampliar información y conocer los mejores consejos para dirigir los primeros pasos, visita el espacio Tutoriales para familias.

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