“Qué pena que vengan sin manual de instrucciones”, esta es una broma muy recurrente en las habitaciones de hospitales de maternidad, refiriéndose, claro, a la criatura recién nacida. Y es cierto, al mundo venimos sin el correspondiente modo de empleo, aunque con nuestra herencia genética y nuestros instintos.
Desde ese momento hasta que podemos considerar que nuestros pasos se rigen por nuestra libre elección, miles y miles de acciones propias y ajenas han transformado esos instintos básicos iniciales en la persona que somos. Para ello ha sido necesaria la mediación del entorno social, la cultura, el dominio del carácter, los procesos de aprendizaje y, como complemento fundamental, la educación recibida.
Las madres y los padres que se toman esos sustantivos como algo más que una relación de consanguinidad o registral saben que de ellas y ellos depende también que esa persona recién nacida llegue a considerar que sus acciones son fruto de su libre elección.
En Educación Conectada hemos querido hablar con una madre de un niño de cinco años, esa etapa de desarrollo en la que la afectividad y la comprensión del mundo que les rodea empiezan a consolidarse, para preguntarle cómo es la relación que está construyendo su hijo con respecto a las tecnologías.
Muchas veces un ejemplo concreto ayuda a entender una generalidad. Por eso, Lourdes García es nuestra protagonista.
Lourdes nos cuenta que su hijo ya utiliza la Tablet, tanto en el centro escolar como en casa. En algunas asignaturas ya les proponen juegos para hacer en casa. Y alguno le resulta aburrido y otros no.
Esta es una forma de empezar a ver que la utilidad de los dispositivos electrónicos no siempre va unida a lo lúdico.
En las casas se utilizan tablets, móviles y ordenador, mi hijo ya utiliza la Tablet, ve vídeos, series infantiles, realmente es una cosa que es útil, que le va a servir para la vida. Entonces creo que no se puede renunciar a ella. Por el momento la utiliza un ratito después de comer.
Él sabe que su perfil en la Tablet tiene un filtro que le ayuda, que ese es su espacio seguro.
Con la Tablet estoy contenta porque la tengo con la adaptación de control parental, y ve solamente contenidos indicados para su edad y no ve otras cosas, no ve otro tipo de publicidad ni vídeos, y además eso él lo tiene clarísimo, él sabe que su perfil en la Tablet tiene un filtro que le ayuda, que ese es su espacio seguro. Eso está muy bien.
Y en el entorno también parece que todo el mundo lo tiene bastante claro, que los dispositivos conectados no pueden estar completamente abiertos, que hay que adecuarlos a las edades de quienes los utilizan. Aunque una cosa es la teoría (las instrucciones de uso), y otra es la realidad.
Educar en la navegación en Internet es algo parecido a educarles a salir a la calle, hay lugares a los que puedes ir, otros en los que puedes entrar, y hay determinados sitios que, o no te van a interesar o simplemente no puedes ir porque no están permitidos para personas de tu edad por la razón que sea.
Por otro lado, desde el punto de vista de Lourdes, los niños y las niñas viven con naturalidad el acceso a lo que ven en casa desde que nacen, para su desarrollo es un espacio abierto más, como lo es la calle, el barrio.
Por ejemplo, Lourdes trabaja con su ordenador, y es un elemento que a su hijo le resulta familiar, aún no lo ha necesitado, pero está segura de que cuando lo vaya necesitando irá viendo su utilidad con esa misma naturalidad con la que la ve a ella utilizarlo.
Y con el móvil pasará también lo mismo, él me ve utilizarlo, incluso a veces me llama la atención porque estoy más rato del que debería, y me pide el caso que no le hago, con toda la razón. Está aprendiendo que el móvil puede ser útil y además que a veces nos distrae de cosas más importantes.
La pregunta más sustancial que tenemos que hacernos a la hora de tomar decisiones sobre la incorporación de las tecnologías a la vida de nuestras hijas e hijos es, por delante de cualquier otra consideración, ¿para qué?
En este momento las teorías sobre la necesidad o no de que los niños y niñas tengan móviles van desde la importancia de retrasar ese momento lo máximo posible hasta la conveniencia de adelantarlo cuanto antes mejor.
Lo que estoy viendo es que la edad suele estar en el entorno de los doce años, cuando más o menos el resto de compañeros y compañeras ya tiene, entonces, un poco por presión social, un poco por necesidad, se lo compran. Para entonces ya están familiarizados con los dispositivos Smartphone, lo más seguro es que ya lo hayan utilizado para hacer llamadas y también para jugar. Por lo tanto, no es algo novedoso, lo novedoso es que sea suyo, individual, y eso es lo que hay que enseñar a utilizar, para que les sea útil y seguro.
Entonces, yo con mi hijo, imagino que pasará algo similar, aunque veo que en este momento tienen móviles cada vez más pronto y ahí es donde está un poco el problema, porque no todos los dispositivos son útiles para cualquier edad.
Todo esto, para Lourdes, no es algo que le preocupe más que otros aspectos de la educación de su hijo. Porque al final es algo que tenemos que aceptar y en mi caso, a mí me gusta, me gusta que, igual que va entendiendo que es bueno hablar más de un idioma, me parece también importante que conozca que existen las tecnologías, porque van a ser importantes para él.
Para confirmar esta última afirmación, Lourdes nos cuenta que ella, cuando ve que alguna serie interesa de manera especial a su hijo, le pone varias veces el mismo capítulo, y también se lo pone en inglés. Un recurso más que ofrecen las tecnologías y que ella utiliza a su favor.
De nuevo nos encontramos con conclusiones similares a las que recabamos desde las personas profesionales de la pedagogía, la más clave es que la pregunta más sustancial que tenemos que hacernos a la hora de tomar decisiones sobre la incorporación de las tecnologías a la vida de nuestras hijas e hijos es, por delante de cualquier otra consideración, ¿para qué?