Hace medio siglo muchas familias elegían su destino de vacaciones buscando entre las condiciones del lugar que no tuviese televisor. Sin embargo, otras se llevaban en el maletero aquellos televisores a los que se les sacaban unas antenas telescópicas para poder conectarse desde cualquier camping y así no perder el contacto con la realidad que presentaban los canales de televisión.
Este recuerdo de costumbres de los años 70 y primeros 80 nos lleva a pensar que en cuanto a necesidades de desconexión tampoco hemos cambiado mucho. Si bien, la gran diferencia, cincuenta años después, afecta al modo en el que se vive la conexión; hoy es algo prácticamente individual y también, en muchos casos, es una conexión casi permanente.
Muchas veces se relacionan los conceptos vacaciones y desconexión.
El nivel de vida conectada de nuestros días no tiene nada que ver con el que se vivía hace cincuenta o cuarenta años, por lo que la idea de tomarse un descanso debería llevar aparejada la necesidad de descansar de las redes y de la sobreexposición informativa.
¿Qué podemos esperar de unas buenas vacaciones de verano?
Con la llegada de las vacaciones nos encontramos ante familias que deciden darse un respiro de Internet, incluso buscan destinos sin cobertura, y en el otro extremo, otras incentivan la acumulación de horas de conexión.
El último informe PISA nos cuenta que siete de cada diez adolescentes se encuentran “realmente mal” si no tienen conexión a internet.
La conexión ha entrado de lleno a formar parte de las dependencias más comunes.
Ésta situación nos lleva a plantearnos algunas reflexiones y a proponer ideas ya testadas que sirven para que las vacaciones sean ese necesario momento de reponer energías y descansar de lo acumulado durante el curso escolar.
Hay muchas personas profesionales del mundo de la pedagogía que defienden que los niños y las niñas deberían hacer vacaciones de Internet, darse un descanso completo de redes y otras conexiones, pero en muchas ocasiones, no resulta sencillo.
Decisiones compartidas
Las vacaciones son un momento extraordinario para crear vínculos familiares, y es evidente que resulta más complicado utilizarlas en ese sentido cuando los momentos de compartir físicamente espacios no se utilizan para compartir, además, actividades, intereses comunes, diversión.
Nos encontramos ante la siempre interesante teoría de los límites para la educación. Y es obvio que no son los niños y las niñas quienes tienen que marcar sus límites, tanto de contenidos como de horarios, sino las personas responsables de su formación.
Esto no quiere decir que no se pueda llegar a escenarios que complazcan a todas las partes. Tanto en la infancia como en la adolescencia se agradecen las pautas, y si son pautas pactadas y compartidas, muchísimo mejor.
Por otro lado, el tiempo libre compartido es una oportunidad fabulosa de exploración, de crecimiento en el conocimiento personal y de enriquecimiento de las relaciones de amistad y familiares.
Las pantallas pueden ocupar una parte de ese tiempo libre. Si se utilizan de forma controlada, educativa y segura, se convierten en un importante medio de desarrollo a todos los niveles.
Algunas propuestas que dan buenos resultados:
- Situar el centro de conexión en zonas comunes.
Una decisión que ha beneficiado a muchas familias es instalar los dispositivos en un espacio común de la casa, de manera que en todo momento se puede monitorizar tiempo y contenido. Esto vale tanto para ordenadores y consolas, como para dispositivos móviles.
- Cuidar los contenidos y las relaciones.
Los contenidos de lo que se ve y se comparte es algo a lo que hay que prestar mucha más atención que al tiempo de uso. Y también es fundamental conocer a las personas que están al otro lado de la pantalla, tanto en redes como en juegos en línea.
- Conectarse en familia conecta a la familia
Disfrutar de tiempo en común, jugar, interactuar, compartir tiempo de pantalla navegando por Internet.
Además del disfrute momentáneo, al compartir tiempo de pantalla con personas adultas, están aprendiendo a filtrar contenidos.
- Actuar de tal manera que sea sencillo darse cuenta de que se puede vivir sin depender de la conexión.
Aquí va una propuesta revolucionaria que ha dado grandes resultados también:
Aparcar el móvil.
Buscar que las horas de conexión sean cada día menos necesarias, teniendo claro que es más fácil tener éxito si se predica con el ejemplo.
¿Cuándo?
1.- Siempre que no sea realmente necesario hay que aparcarlo.
2.- A partir de una hora decidida y en horarios pactados para el descanso.
Y 3.- De vez en cuando, sin más contemplaciones, proponer como una prueba contra la dependencia un par de horas sin conexión. Funciona.
- Y, por último, ofrecerles alternativas de ocio alejadas de lo digital.
Definir un horario de actividades diarias es otra clave para sacarle rendimiento a las vacaciones. El ejercicio, la interacción social, los momentos de reflexión, el momento previo al sueño, las comidas en compañía… todos esos son momentos en los que la conexión no sólo no es necesaria, sino que es contraproducente.
Os proponemos, en fin, aprovechar las vacaciones para mejorar la Educación Conectada justamente trabajando el disfrute de la vida no conectada.