Como la energía, que ni se crea ni se destruye, que se transforma, así es la mirada al futuro. ¿Cómo será la vida laboral en un futuro cercano? ¿Realmente esta (r)evolución tecnológica marcará cambios en el modo de ser de las personas? ¿Es necesario prepararse de otro modo para afrontar la organización social que llama a nuestra puerta?
Es muy conocida la anécdota que cuenta que a Michael Jordan, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos sin discusión, le rechazaron en un equipo infantil por no tener la altura necesaria para jugar al baloncesto; la sociedad en la que Margarita Salas comenzó a desarrollar su vocación por la investigación científica presentaba una barrera tras otra para las mujeres que querían dedicarse a la ciencia; de Fred Astaire se afirma que, en los inicios de su carrera, un productor le dijo que no sabía actuar, no sabía cantar, que estaba perdiendo pelo y que sabía bailar un poco.
Son tres de los miles de ejemplos de limitaciones sociales que cada día se ponen de manifiesto en el mundo. Cada día, miles de Jordans, Salas y Astaires se encuentran delante de situaciones limitantes que pueden sacarles del futuro al que sus habilidades y competencias pueden conducirles.
Si el baloncestista, la bioquímica o el artista hubiesen seguido los consejos de su alrededor hoy nadie disfrutaría de sus logros. Y esto es algo que tiene que cambiar, porque no todo el mundo es capaz de pasar por encima de los juicios ajenos.

Si Astaire, Salas o Jordan hubiesen seguido los consejos de su alrededor hoy nadie disfrutaría de sus logros.
En nuestra sociedad hay, algunas evidentes, otras sutiles, muchas construcciones sociales que obligan al nado contracorriente a miles de jóvenes, justamente en el momento en el que su desarrollo pide viento a favor.
¿El éxito laboral tiene relación directa con el salario? ¿Es más importante la estabilidad que la innovación? ¿Es el trabajado “duro” un seguro de conquista personal?
El cierre del primer cuarto del siglo XXI es un buen momento para reflexionar sobre estereotipos, brechas y percepciones erróneas que limitan cada día las aspiraciones de toda una generación.
En plena adolescencia no debería decirnos nadie para qué servimos ni, sobre todo, para qué no servimos.
Es momento de asentar un cambio de paradigma en la educación que ya está aquí
Es el momento del despertar de las habilidades y el desarrollo de las competencias. Es el momento de incentivar sus intereses, de abrir sus bloqueos y de enseñar los múltiples caminos por los que puede discurrir su vida unida al éxito que da la felicidad.
La OIT (Organización Internacional del Trabajo), agencia especializada de la ONU que, desde 1919, se ocupa de los asuntos relacionados con el trabajo y las relaciones laborales, dio una serie de claves al respecto de las habilidades y competencias que conviene incentivar y desarrollar en la infancia y juventud para abrir el horizonte del futuro.
Quizá lo más interesante de ese ingente trabajo es la unificación de criterios y con ello, de conceptos que inundaban los cuerpos teóricos y que, en ocasiones, conducían a confusión. Especialmente útil resulta el listado de las competencias que más se citan en los trabajos sobre educación y aprendizaje realizados con la mirada puesta en el futuro laboral. Son estas:
1 Inteligencia emocional y empatía
2 Creatividad y pensamiento creativo
3 Pensamiento crítico
4 Colaboración
5 Comunicación efectiva
6 Resolución de problemas complejos
7 Alfabetización Digital
8 Aprender a aprender
9 Perseverancia o Resiliencia
A partir de la detección de esos conceptos y de la unificación de los criterios, se ha trabajado en cómo se puede conseguir trasladar su importancia a la sociedad y en el mejor modo de hacer para que la población en edad de formación las haga suyas.
En plena adolescencia no debería decirnos nadie para qué servimos ni, sobre todo, para qué no servimos
Hay cinco aprendizajes sobre los que se sustenta el último listado de competencias que la UNESCO ha llamado Macrocompetencias.
Aprender a conocer: es decir, dominar los medios que ayudan a comprender lo que sucede a nuestro alrededor.
Aprender a hacer: que no es otra cosa que saber poner en práctica los conocimientos, de modo individual y trabajando en equipo.
Aprender a vivir en comunidad: desenvolverse con naturalidad en esas comunidades futuras, que seguirán avanzando en la multiculturalidad y en la diversidad.
Aprender a ser: quizá este aprendizaje sea más difícil de resumir en una línea, se trata de educar a la persona buscando su desarrollo global, desde el físico al espiritual, pasando, claro está por el que ha tenido siempre una mayor vinculación con la educación, el desarrollo mental, de la inteligencia, de la sensibilidad y del sentido estético.
Y, por último, aprender a trascender: saber cómo vivir de modo que nuestro paso por la vida sea beneficioso para nuestro mundo.
Las macrocompetencias y su orden de prelación
La UNESCO, que es el único organismo de las Naciones Unidas que abarca todos los aspectos de la educación, sabe que la educación es un derecho fundamental de todas las personas, y un bien público con un inmenso poder de transformación social.
Su programa de educación, que inició camino en 1945, va evolucionando, adaptándose a la realidad de cada momento.
Es el momento de incentivar sus intereses, de abrir sus bloqueos y de enseñar los múltiples caminos por los que puede discurrir su vida unida al éxito que da la felicidad

La fachada del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), por El Niño de las Pinturas
Y en este momento, para adaptarse a los desafíos que ya existen y a los que se avecinan, aporta la concreción de estas siete competencias que se han rebautizado como macrocompetencias que tenemos que interiorizar para entender los cambios que necesita nuestro mundo:
APRENDIZAJE A LO LARGO DE LA VIDA
Este es el alegato a la adaptabilidad y a entender la vida como un continuo cambio.
MULTIALFABETIZACIÓN
Éste concepto incorpora a las clásicas alfabetizaciones, la lectoescritura y la aritmética, otras que resultan también imprescindibles, como la alfabetización cultural, la financiera, la de salud, la mediática y pegada a todas las anteriores, la digital.
AUTOAGENCIA
Es decir, poner la voluntad a funcionar, ser capaces de activar los recursos propios sin necesidad de un impulso externo.
USO INTERACTIVO DE RECURSOS Y HERRAMIENTAS
Esta competencia está entroncada con el conocimiento y la puesta en valor de la responsabilidad individual sobre el consumo y la sostenibilidad.
INTERACCIÓN CON OTRAS PERSONAS
En un mundo hiperconectado no puede escaparse la capacidad de trabajar en equipo para resolver problemas y crear soluciones.
INTERACCIÓN CON EL MUNDO
Se podría decir: que no les falte calle. Salir del yo y utilizar la identidad para crear un nosotros y nosotras y desarrollar la alteridad.
TRANSDISCIPLINARIDAD
Tener la capacidad de integrar conocimientos multidisciplinares, una suerte de nuevo humanismo renacentista.
En Educación Conectada, basándonos en estas macrocompetencias, hemos dado una vuelta de tuerca a nuestro presente para pensar en el futuro de la generación que hoy está en formación.
En los próximos cursos, aquí encontraréis recursos para alumnado, docentes y familias enfocados a esta nueva mirada.