22 marzo, 2022

Salvador Rodríguez, además de haber vivido toda una experiencia individual, ha sabido transformarla en algo más. Su viaje es un cúmulo de enseñanzas que sirven de estímulo y referencia para quienes se plantean la necesidad de afrontar retos, superar dificultades y llegar a metas, algo que en Educación Conectada entendemos que puede ser la consecución de la transformación digital para muchos centros y docentes.

Salvador transmite una especial emoción cuando cuenta lo que fue capaz de hacer, un viaje que estaba previsto que durase dos años y que se convirtió en casi una década de apasionante descubrimiento.

Como tantas personas viajeras, inició el camino a partir de un sueño, después de diez años de profesión docente, notaba que algo no estaba encajando en su día a día y se preguntaba ¿realmente esto es lo que quieres hacer? Y la respuesta era no.

Tenía que iniciar un proyecto, y para él, ciclista apasionado, el mejor podía ser ese viaje especial en el que encontrarse afrontando retos en desiertos, en montañas, en selvas profundas, y disfrutar de los grandes monumentos de la humanidad y tener amistades de todas las culturas… todo eso se lo imaginaba y soñaba con ello.

Así que con esa idea en la cabeza salió, desde Cazorla hacia el sur, y descubrió África desde su bicicleta. 42.000 kilómetros y 800 días de pedaleo, y niños y niñas por todas partes, y gente sonriendo. África cambió los registros de Salvador Rodríguez, y también los valores. En sus palabras, África te vuelve boca abajo. Uno de sus valores es la generosidad extrema, y esa es su gran enseñanza tras el paso por este continente; la generosidad es algo que puede cambiar cualquier proyecto a mejor, porque es lo que hace avanzar el mundo.

Salvador Rodríguez amanecer

Salvador Rodríguez y el mundo por delante

Salva iba buscando aventuras y en África las encontró: la dureza de las carreteras, el calor, los insectos, pero cada noche se encontró también una sesión de hospitalidad. Un gran aprendizaje vital que puede resumir con la frase de un amigo de Sudáfrica, que una tarde le dijo: los africanos no tenemos problemas, tenemos retos. Es bueno cambiar palabras negativas por positivas, y pasar del problema al reto.

Después de recorrer el África de los animales, abandonó el continente por el desierto del Sahara, y allí pasó las noches más hermosas que recuerda. El desierto es un ecosistema apabullante que te reúne con lo que eres.

Y para cerrar su experiencia africana, conoció a la gente de la región Nubia, personas ajenas al turismo, que acogen más por lástima que por interés.

La generosidad es algo que puede cambiar cualquier proyecto a mejor, porque es lo que hace avanzar el mundo.

El viaje ya había durado más de lo esperado, así que no nos puede sorprender que, en el segundo continente, Asia, pasara tres años más con su bicicleta. Lo que estaba previsto que fuese un viaje directo a Japón se alargó por toda la diversidad asiática. Una diversidad que se aprecia mejor a la velocidad de la bicicleta. Desiertos, bosques, montañas, selvas, paraíso tropical, altiplano, a la velocidad del ciclista se aprecian esos cambios.

Y a nivel cultural, al pasar de la zona islámica, donde la hospitalidad es impresionante, se accede a una zona en la que no se encuentra tan fácilmente.

Salvador Rodríguez en la nieve

Todo cambia al convertir los problemas en retos

La ruta de la seda también fue otro punto de encuentro con sus sueños, y también, como anécdota, dormir en la cárcel para estar seguro, como sucedió cuando, tras la revuelta tibetana se cerró la frontera China y tuvo que retroceder hacia Kabul, y en pleno conflicto, encontró a esas personas del camino que pueden ir ayudándote.

El paso a las selvas del sudeste asiático supuso un tremendo reto físico, duras y hermosas a la vez, y en dirección a Japón atravesó el Tíbet, una etapa de cuarenta días por puertos de gran altitud y al final del invierno, espectacular estéticamente, pero con muchos días en los que las batallas se perdían. De esa etapa su aprendizaje era ese, cuando no sale el día propicio, lo mejor era descansar bien y afrontar el reto cuando las condiciones mejoraban.

Y tras un descanso suficiente, continuó con su autonomía viajando por Mongolia. Tal vez el mayor reto aventurero al que se ha tenido que enfrentar. Allí no hay nadie que te pueda ayudar, y los retos naturales son impresionantes. A Salva le resultan difíciles de transmitir las sensaciones que vivió en Mongolia, la sensación de libertad, un país gigantesco, sin carreteras, sin servicios, que te hace disfrutar de la libertad con mayúsculas.Y pasado el frío de Siberia, se quedó en Japón unos seis meses. Llevaba cinco años sin parar de pedalear y necesitaba poner sus ideas en claro, y entonces fue cuando comenzó a escribir un libro. Un diario de recuerdos que convirtiera en algo racional su irracionalidad aparente. Esta es otra de las cosas que son realmente útiles cuando se afrontan retos personales, parar a recordar lo avanzado.

¿Y qué te llevas? lo que te dio el camino, la noche en un glaciar, un refugio en el altiplano de Bolivia, … todos esos recuerdos, y nada más, tienes que empezar un nuevo reto.

El salto a América fue el encuentro con paisajes espectaculares, con lugares grandiosos. De su paso por América del Norte rescató una historia también educativa, su encuentro con los osos. Por descontado, ante la presencia de osos en la zona, siguió todas las indicaciones de los guardias y fue manteniéndose a salvo de los osos, pero los animales realmente peligrosos en aquel lugar eran los mosquitos. El aprendizaje es que cuando afrontamos un reto complicado damos importancia a grandes problemas y resultan en muchas ocasiones mucho más molestos los problemas pequeños.

América, según Salvador cuenta, es un continente fracturado por dos culturas, y al pasar de América del Norte a la central y a la del Sur volvió al afecto africano. Enamorarse de América latina es muy fácil, ese vivir el presente, esa manera de ser, su risa, su afectuosidad. Un viaje hacia el sur que terminó en Los Andes, lo más extremo para un ciclista. Las recompensas de las duras etapas son espectaculares por los escenarios naturales que encuentras. 

Y de los andes a Ushuaia, el vértice más famoso, el fin del mundo, la Ítaca de cualquier viajero. Era también su punto final antes de volver a Europa. Y descubrió que la euforia tras el reto conseguido dura apenas media hora.

¿Y qué te llevas? lo que te dio el camino, la noche en un glaciar, un refugio en el altiplano de Bolivia, … todos esos recuerdos, y nada más, tienes que empezar un nuevo reto.

Y ese reto que se marcó entonces era Europa, pero sus planes cambiaron radicalmente. En Europa, tras nueve años con el mundo por familia no encontró su sitio, la Europa actual es la Europa del turismo.

El turismo es instructivo, pero viajar no es eso, viajar es perderlo todo, es perder los prejuicios, los miedos, el dinero, y convertir al otro en tu hermano. Paradójicamente, en Europa se sintió solo, Y decidió darse la vuelta y regresar rumbo a Granada desde Letonia y poner fin, de este modo, a un modo de vida giróvago y trashumante que le había llenado el alma durante años y años.

Ni un solo día se arrepintió de lo hecho, vivió aventuras jamás soñadas, trabó amistades que nunca imaginó.

Y para cerrar su charla, nos envió un mensaje de esperanza, porque tiene claro que en su ruta conoció a ese 99% de la gente que es buena. Si se puede dar la vuelta al mundo en bicicleta es porque la gente de este mundo es mayoritariamente buena.

Desde Educación Conectada queremos dar las gracias a Salvador por esta ponencia tan apasionante que nos sirve de estímulo para seguir avanzando hacia la consecución de nuestros objetivos.

Aquí, en nuestro canal de YouTube  puedes encontrar toda la charla completa de Salvador Rodríguez ilustrada con muchas fotografías de su viaje, te aseguramos que merece mucho la pena.

 

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