A pesar de que Internet y en general las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han venido para hacernos la vida más fácil, generaciones anteriores a la nuestra, mucho menos “puestas” en el arte de lo tecnológico, lo viven como que, en el fondo, no hemos hecho más que complicarnos la vida. ¿Tú qué piensas de esto?

¿En qué sentidos nos hacen las nuevas tecnologías la vida más complicada?

¿Eres de las personas que piensan que, cuanto más sencillas, mejores son las cosas?

¿Qué “hermosas simplicidades” nos estamos perdiendo desde que nos hemos embarcado en este viaje tecnológico nuestro?

¿Crees que nos hemos hecho un poco “inútiles” ya para las cosas sencillas?

El vídeo pone el dedo en la llaga sobre algo muy evidente que a menudo olvidamos: el amor. Y es que nada tan simple, por un lado, pero a la vez tan profundo, puede llenar nuestro día a día como las cosas pequeñas, sencillas, y hechas con cariño.

¿Qué podemos trabajar con este audiovisual?

Comenzar la actividad comentando aquellos aspectos de nuestra vida que creen que han quedado mejorados por la llegada de las nuevas tecnologías e internet. En ese sentido, serán muchas las áreas que podrán identificar, ya que normalmente, esta generación es, no sólo la más convencida de las posibilidades y bondades de todo esto, sino que además lo aprovecha muchísimo y constantemente.

A continuación, se visiona el vídeo, con el objetivo de que puedan extraerse principalmente las siguientes ideas:

  • A menudo, la solución tecnológica a un problema no es la mejor solución.
  • Las soluciones que propone la tecnología a ciertos problemas pueden ser, en ocasiones, eficientes, pero dejan en el tintero aspectos muy importantes para las personas, como son las emociones.
  • Asumir la posibilidad de las “nuevas soluciones tecnológicas” a los problemas de siempre no debería hacernos olvidar las “antiguas soluciones”. Si es así, nos convertiremos en verdaderos inútiles frente a las situaciones más simples.

Aplicadas estas tres ideas al vídeo en particular se lanzan las siguientes preguntas:

¿En qué sentidos se pueden ver que estas cosas han sucedido a este padre y madre frente al problema sencillo de intentar que su hija deje de llorar?

¿Es posible que la niña, con un conocimiento sobre tecnología evidentemente menor que el de sus padres, estuviera desde el principio mucho más cerca de la solución que ellos?

Es importante poder llamar la atención sobre los gestos de miedo e inseguridad, incluso de sorpresa y asombro que los padres muestran cuando intentan abordar la cuestión desde un punto de vista no tecnológico (que finalmente es el que resulta ser más eficaz, porque las cosas suelen ser mucho más sencillas que como a veces las plantea la tecnología). Y es que, a veces, somos simplemente animales de costumbres que tomamos el hábito de hacer las cosas de una determinada manera que consideramos mejor por ser más moderna o sofisticada y no somos capaces de compaginar los antiguos hábitos con los nuevos y considerar cuándo es mejor usar unos frente a otros. Esto no nos está haciendo más inteligentes, a la vista de lo que muestra la secuencia, sino más torpes y es en ese sentido que, hasta cierto punto, nos hemos hecho bastante incapaces en cosas sencillas en las que nuestros abuelos, por ejemplo, eran mucho más diestros que nosotros.

Terminar la actividad poniendo ejemplos en este sentido: como muestra, hemos “olvidado” como se escriben cartas, cuáles son las reglas ortográficas básicas, casi no ejercitamos la memoria, ni recordamos los números de teléfono, sencillamente porque lo llevamos todo en el móvil; ya casi no sabemos buscar una palabra en el diccionario u ordenar alfabéticamente, prácticamente nos cuesta hacer cálculos matemáticos por exceso de uso de la calculadora, no sabemos observar una puesta de sol sin hacerle una foto…

Material complementario

A través de un segundo recurso audiovisual, se ve a dos generaciones hablar sobre las nuevas tecnologías lo que permitirá preguntarnos si hemos salido ganando o tal vez nos hemos empobrecido de alguna forma.

Aparentemente, nos hemos hecho mucho más inteligentes y hemos alcanzado cotas de conocimiento y avance increíbles. Se compara a menudo a las generaciones anteriores, por ejemplo la de los abuelos, particularmente, con la de los niños de hoy, que parecen mucho más “listos” pero, si profundizamos, rápidamente nos daremos cuenta de que ahora somos mucho más ignorantes de las cosas sencillas, las que no dependen de un enchufe o de que funcione la red de datos.

A veces nos permitimos, incluso, hasta reírnos de ellos en cierta medida porque, como dice alguna de las niñas en el vídeo, “Es que no lo entiende”. En ese caso…

¿Quién es realmente más inteligente?

¿El hecho de que nosotros manejemos las nuevas tecnologías significa que todo lo anterior es despreciable?

¿Podemos subestimar a quien, quizá no domina las nuevas tecnologías, pero sigue siendo experto en hacer las cosas “a la antigua usanza”?

Seguir debate por aquí si se presta, y constrastarlo, por ejemplo, con lo que sucede al comparar cuán inteligente es el ser humano frente a las otras especies animales. Quizá nosotros somos más capaces de construir ciudades, pero los gatos, por ejemplo, son mucho más hábiles que nosotros para cazar y así ocurre con todas las demás especies.

Esto ha de ayudarnos a no despreciar la manera en la que se movía el mundo antes del “aterrizaje” de las nuevas tecnologías y considerar que las antiguas soluciones, las sencillas, también tienen valor y deberíamos seguir siendo expertos en ellas. Dicho de otra forma, las nuevas soluciones no deberían venir a sustituir a las antiguas, sino a complementarlas y mejorarlas, pero sin anularlas. Crecer, aquí como tantas veces, verdaderamente significa añadir y completar, no sustituir.