1 noviembre, 2015

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Construcción global del conocimiento.

Todos nosotros estamos empezando a generar una nueva forma de conocimiento gracias a la tecnología, un conocimiento que se construye en red, mediante las colaboraciones de cientos de personas. Desde los centros educativos, debemos ser conscientes de la necesidad de potenciar la capacidad del alumnado para que esta colaboración sea una herramienta real de aprendizaje. Fuera de nuestras aulas ya se utiliza el trabajo en red como la forma más adecuada para poner en marcha proyectos comunes, gestionar procesos de cambio y generar propuestas empresariales. El conocimiento compartido, la gestión conjunta de los problemas y la parcelación de los retos son costumbres cada vez más cotidianas en el mundo profesional de nuestros días. Y sin embargo, en los centros educativos, seguimos sin gestionar adecuadamente el cambio. Las empresas más avanzadas y los organismos públicos más eficientes, necesitan profesionales con unas cualidades muy definidas. Personas que sean capaces de gestionar trabajos de forma conjunta con buenas habilidades para el trabajo cooperativo. En su libro Wikinomics, Don Tapscott y Anthony D. Williams hablan de las principales características que las mentes colaborativas aportan al mundo profesional. Señalan, como factores relevantes, la producción entre iguales y la utilización de herramientas de código abierto. También comentan cómo hay diferentes tipos de trabajadores que influyen en los demás a través de sus habilidades personales: “ideágoras”, que facilitan el acceso al mercado global de ideas e innovaciones para ampliar su propia capacidad de resolver problemas; “prosumidores”, que dotan a los organismos de diversos contenidos innovadores al haber tenido la libertad para hacerlo; y “neoalejandrinos”, personas que están interesadas en el desarrollo de un nuevo modelo de ciencia y arte colaborativos que mejorará la eficiencia en el uso de los recursos. Todos estos tipos de mentes colaborativas pueden desarrollar sus posibilidades gracias a las plataformas de participación, a los espacios digitales donde podemos aportar ideas, esfuerzo y entusiasmo a un proyecto común.

Trabajo en red en los centros docentes.

Si queremos poner en marcha en nuestros centros educativos un trabajo en red, debemos tener en cuenta una serie de cuestiones importantes.

Es necesario planificar adecuadamente todas las actuaciones, secuenciándolas de forma organizada para poder llegar hasta el objetivo que deseamos. Al ceder parte del control del proyecto a diversas personas, tenemos que marcar una ruta común para no desviarnos de lo planeado.

Distribuir los roles, las funciones y las responsabilidades de todos los participantes, de forma que cada uno de ellos sepa qué es lo que el resto del equipo espera de él y cuál será su aportación fundamental al proyecto. Esto debe hacerse de una manera consensuada, negociada y democrática, dándole al grupo la posibilidad de replantear los roles en un momento dado si lo exige el proyecto.

Gestionar una organización de poder compartido, con una gran comunicación para que todos los miembros del equipo formen parte del diseño de las propuestas.

Establecer una vía de evaluación continua y rigurosa, para que los diferentes pasos de la propuesta puedan ser revisados. Debemos evitar cualquier tipo de apreciación subjetiva: para mantener un clima de confianza mutua lo mejor es evaluar en base a indicadores con los que se pueda analizar el proceso, concretando, posteriormente, criterios de mejora.

Trabajar de esta forma implica cambiar nuestra cultura de organización, tanto de nuestro trabajo docente, como del proceso de aprendizaje de nuestros estudiantes. Debemos acostumbrarnos a negociar cada proceso y a conseguir que esa negociación nos lleve a un enriquecimiento mutuo. Simultáneamente, debemos conseguir que los planes de trabajo tengan una gran coherencia, consiguiendo que todos los participantes formen parte de los procesos de toma de decisiones en un ambiente de liderazgo compartido. La red no podría mantenerse si fallara esa colaboración continua, ya que cada uno de los participantes es un nodo, un punto de enlace para la creatividad de los demás.

Aprendizaje en red.

Uno de los principios del aprendizaje en red es que el conocimiento debe ser compartido. De esta forma no sólo se garantiza el acceso de todos los participantes a la información, sino que, además, adquiere relevancia al ser el elemento fundamental de conexión y cohesión del grupo. La generación de contenidos mediante estrategias conjuntas, así como la gestión de las aportaciones mediante plataformas tecnológicas, permitirá a los estudiantes formar parte de un proceso de trabajo donde ellos mismos incidirán en la metodología. Compartir y crear el conocimiento es una forma de influir de forma directa en nuestro entorno. Al utilizar estrategias de este tipo damos a todos las herramientas para poder transformar y mejorar, de forma conjunta, la realidad que nos rodea. No hay duda de que el conocimiento será muy importante para nuestros estudiantes, pero todavía será más importante que sepan cómo gestionarlo, cómo construirlo y cómo compartirlo.