14 junio, 2015

“Había una vez un gran lobo negro al que no le gustaba su color. Pensaba que el negro era demasiado triste”. Así comienza este cuento, llamado El lobo que quería cambiar de color, autora Orianne Lallemand; Ilustradora: Éléonore Thuillier y Editorial ECIR. Una historia cuyo personaje es un lobo que está triste, porque no acepta su color, quiere probar con otros. Es una historia que a los peques les ha encantado ya que nos permitió repasar los colores, los días de la semana, las emociones de nuestro amigo lobo. Pero del cuento he rescatado otra historia, más oculta: la aceptación sobre como somos.

Estoy convencida de que los docentes debemos estar muy atentos con los textos ofrecidos a nuestro alumnado, ya que a veces en los relatos, cuentos, hay historias ocultas que nos permiten trabajar otros temas. Es por ello, que utilizando esta historia graciosa y tierna, hemos descubierto varias cosas (muy importante para pequeños de 3 y 4 años). Entre ellas, algunas que destaco son las siguientes:

-Advertimos que en la clase somos diferentes: hay niñas, niños, rubios, morenas, altos, bajitos, de tres años, de cuatro años y algunos ya de cinco años.

-No está bien burlarnos de las diferencias : si un amigo viene peinado diferente, no debo burlarme; si una amiga se cae de la silla debo ayudarla en vez de reírme de ella, si un compañero es más bajo de altura no le digo que es un “pequeñajo”, etc.

-Que también hablamos diferente.

-Que vivimos en el mismo pueblo, pero nuestras casas son diferentes.

-Que nuestras familias también son distintas.

-etc.

Considero que trabajar las diferencias que tenemos tanto físicas, como de pensamiento, forma parte del trabajo de atender la diversidad en el aula. Cada docente podrá utilizar diversas estrategias, cuentos, juegos, o escenas cotidianas que ocurren en un aula diariamente. La inclusió y la atención a la diversidad también está presente en el llamado “currículum oculto “, que es el que no queda reflejado en las programaciones, ni en los proyectos; pero que tiene un peso muy importante en el aula. Son nuestros gestos, nuestras propias palabras, las que también reflejan cual es nuestra posición como adulto frente a temas tan complejos. Por ello es esencial, por una parte, crear espacios de trabajo ricos en experiencias y por otra parte desarrollar estrategias variadas que favorezcan el proceso de enseñar-aprender en la diversidad. Siendo consecuente con mi pensamiento, prefiero, por ejemplo dibujos libres en los cuales expresan su pensar-sentir, que pinten todo el grupo de forma mecánica y dirigida una ficha de trabajo. Son esas expresiones las que me permitirán comprender las diferencias, y también junto a ellos y ellas hablar, reflexionar porque Iván o Ana dibujó o pintó de esta o aquella manera.

Es que sería imposible negar las diferencias que existen, cuando las vivimos a diario en el aula. Y son las que precisamente enriquecen la clase y nos permiten crecer. Me incluyo porque el crecimiento y la realimentación es mutua, ya que sus respuestas ocurrentes a algún cuestionamiento mío, hacen que piense: “Es que nunca se me hubiese ocurrido esa respuesta”. ¡Tan poca experiencia de vida (3 / 4 años) y tanta riqueza de imaginación!

Carol Ann Tomlinson en “Estrategias para trabajar con la diversidad en el aula” nos ofrece las siguientes orientaciones, que considero muy oportunas, y en relación directa con el tema del post.; y expresa:

“Los docentes que se sienten cómodos y competentes con la diferenciación casi siempre desarrollan las capacidades de:

• organizar un currículo centrado en información, conocimiento y destrezas esenciales;

• observar y reflexionar sobre cada alumno, así como sobre el grupo;

• no quedarse con las primeras impresiones, ver mas allá de los hechos, borrar los estereotipos;

• alentar a los alumnos a expresarse;

• considerar y utilizar el tiempo con flexibilidad;

• buscar una amplia gama de materiales;

• idear muchas maneras de lograr un objetivo común;

• diagnosticar las necesidades del alumno y diseñar experiencias de aprendizaje que respondan a los diagnósticos;

• pensar qué podría salir mal en una actividad o tarea y estructurar el trabajo de los alumnos de modo de evitar posibles problemas;

• compartir la responsabilidad de la enseñanza y el aprendizaje con los alumnos, asegurándose de que estén preparados para asumir los roles compartidos;

• variar los lugares y modalidades de trabajo de los alumnos a fin de renovarlos y ayudarlos a que se vean a si mismos de otro modo;

• mantenerse al tanto de la proximidad y el avance de los alumnos hacia metas personales y grupales;

• organizar los materiales y el espacio;

• dar directivas;

• enseñar apuntando al logro de las metas, y

• crear una sensación de comunidad en el aula”.

Esta vez fue un cuento la herramienta que me dio pié para trabajar las diferencias, otra vez será otro recurso, un vídeo quizás, otra historia, otra situación. Pero no cabe la menor duda que la educación inclusiva, como lo es la educación emocional, deben trabajarse transversalmente. Es la inmensa riqueza que las caracteriza, que nos permiten por lo tanto incluirlas en nuestras programaciones de aula; explicitando así este currículo oculto que mencioné, y del cual debemos los docentes ser conscientes de su existencia permanente ya que constituye una fuente de aprendizaje constante en toda la organización escolar.

Si queréis conocer más sobre este lobo tan particular podéis visitar la web de la autora en http://orianne-lallemand.over-blog.com/