21 julio, 2014

Un estudio elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud asegura que la participación de los jóvenes de 16 a 26 años en redes sociales supone necesariamente una cesión  de parte de su intimidad: exponen parcelas de la vida antes restringidas a círculos íntimos, y trasladan la frontera de lo que muestran y de lo que no.

Ahí lo tenemos. En estos tiempos tan tecnológicos hay un hecho innegable que está revolucionando nuestras vidas y que está produciendo un cambio esencial en la forma en que nos presentamos ante el mundo. La implantación de las redes sociales nos está forzando a elaborar una nueva imagen de nosotros mismos, una imagen virtual con la que queremos ser vistos en el escaparate universal que permite internet. Pero ¡atención!, no puede ser una imagen cualquiera, esa representación de nosotros que elaboremos debe seducir a los demás para que nos consideren interesantes y originales por el hecho de revelar unos gustos, unas aficiones y unas habilidades capaces de decorar lo más positivamente posible nuestro perfil.

Y no queda ahí la cosa. Como todo lo que entra en la red va a ser visto urbi et orbi, es preciso ser muy osado y atreverse a hacer visible ante todos, sin reparos, esas facetas que estimamos que son las que más nos favorecen. Así pues las fotografías que subamos a la red han de ser flipantes, los sitios a los que vamos deben mostrar lo molones que somos, no está de más enseñar lo último que nos hemos comprado, la gente guay que nos hemos encontrado, la última preferencia o capricho que hayamos imaginado, la última onomatopeya de nuestro pensamiento que se nos haya ocurrido, etc. Sólo de este modo, alimentando con estos datos de nuestra intimidad ese escaparate nuestro personal que ponemos en la red, conseguiremos ofrecer esa imagen deseable y seductora de cara a nuestros seguidores.

Por supuesto, y como contrapartida, los datos de toda la gente que podemos ver en la red nos proporcionarán una increíble sensación de inmediatez en el conocimiento de por dónde van los tiros de la aldea global en lo que se refiere a la exhibición de la intimidad presencial, y nos darán además las pistas más imprescindibles para saber estar a la última de lo que está más de moda (los trending topics!), ya sea para imitarlo o para superarlo siendo aún más originales, más osados todavía (“¡hasta el infinito y más allá!”). En pocas palabras: la intimidad personal ha descorrido sus velos, se ha destapado la cortina de lo que antes era recóndito y lo privado está pasando a ser ahora un asunto al alcance de muchos, muchos más…

Lo primero que hay que aclarar es a qué nos estamos refiriendo al hablar de intimidad. El DRAE la define como zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia. Antes en la vida rural las personas sí conocían bastante cómo era la intimidad de sus vecinos, lo que hacían, cómo y con quién se relacionaban, cómo trabajaban, si discutían o se reconciliaban, lo que pensaban, etc. Con la emigración a las ciudades las personas se fueron encerrando y aislando más y la intimidad volvió a ser un asunto más privado y privativo, hasta que de nuevo las redes sociales han vuelto a abrir las fronteras de la intimidad, pero ya no porque sea fácilmente accesible como lo fue en la vida cotidiana de las aldeas y pueblos en los que sólo había que estar sentado en la calle para saber casi todo de los demás, sino porque ahora es cada uno quien se encarga personalmente de ofrecer de una manera decidida y expresa un elaborado perfil de su intimidad, bien sea mostrando las facetas más externas de su vida o sacando a la luz algunas de las internas. ¿Exhibicionismo espiritual o tan sólo un juego social trenzado con ciertos ribetes, nada comprometedores, de intimidad?

Los adolescentes han entrado de lleno en este juego de la visibilidad íntima. Lo toman como una ocasión de fabricarse un mundo social propio en el que caben los cuatro o cinco amigos íntimos y cercanos de verdad y los tropecientos “seguidores” o “amigos” que, por la razón que sea, han desembarcado en su cuenta o “muro” de la red social en la que han instalado su escaparate personal. Para todos estos curiosos merodeadores de las vidas ajenas elabora “contenidos”, ya sean opiniones, chistes, frivolidades, fotografías o noticias que dan más o menos cuenta de lo que están haciendo o pensando. Se expone lo que a uno le gusta o disgusta, se emiten juicios sobre todo lo divino y humano, se presume de saber algo que los demás todavía ignoran  e incluso se propone o se suma uno a una “quedada” en algún sitio para sentir el calor gregario de verse las caras fuera de la red durante unos minutos. En definitiva, uno entra en las redes sociales para “existir” socialmente en este mundo tan moderno y desinhibido, para sentirse parte de algo nuevo y radicalmente diferente de las cuatro paredes de casa y del aula. En cierta medida las personas han pasado a ser ahora objetos de observación y de intercambio, cuyo valor añadido, esa pizca de valor que hay que aportar en las redes sociales, lo constituyen sus aportaciones de intimidad.

Ahora ya es posible para nuestros alumnos iniciar a través de esas redes sociales sus primeros viajes hacia el ancho mundo, previo peaje de la exhibición de parte de su intimidad. Hace unos pocos años no existía este instrumento capaz de extender la propia imagen tan lejos. La familia, el centro escolar, el pueblo de los abuelos o el lugar de vacaciones eran las palestras en las que uno se manifestaba y abría al mundo, y ahora resulta que con el ordenador, la tableta o un teléfono móvil nuestros alumnos adolescentes pueden dar, virtualmente eso sí, la vuelta al mundo en unos segundos, y ese poder lo emplean muchas veces sin tener en cuenta los límites con que hay que tratarlo. Saber manejar la intimidad es algo delicado, sobre todo cuando ha llegado la pubertad y todavía no se conoce muy bien el mecanismo de los nuevos resortes personales. De ahí que un adolescente, por ejemplo, piense que una forma fantástica de superar su timidez puede ser la de tener arranques de audacia en la red social (subir fotos personales en posturas más que atrevidas, decir o proponer conductas arriesgadas, lanzar ataques o burlas despiadadas, etc.), o que decida hacerse el valiente entrando en contacto con personas desconocidas de cualquier edad para coquetear con juegos e intercambios más que peligrosos.  

Comienzan las vacaciones de verano y el intercambio de mensajes y contactos en las redes sociales se va a incrementar. Lo normal a la hora de hacer prevención con adolescentes sobre el uso de las redes sociales suele ser hablar únicamente de los peligros, con lo que se corre el riesgo no deseado de hacer atractivos a sus ojos precisamente esos peligros, activando aún más su atrevimiento. Quizás la prevención más genuina debiera caminar por el sendero de orientarles en la definición de lo que ellos deben considerar su reducto más privativo de intimidad, lo que tienen que preservar de sí mismos, aquellos aspectos de sus actividades, su persona, sus pensamientos y sentimientos que deben permanecer fuera del escaparate de las redes sociales, complementado con el respeto a la dignidad de los demás cuando usan esas redes.

Ese santuario de intimidad ha de significar para nuestros alumnos su más preciado tesoro, deben descubrirlo y preservarlo de las miradas ajenas  para que sean ellos los verdaderos propietarios de su interior y que nadie que no sea de su total confianza podrá acceder a ese reducto propio. Los aspectos que uno ha decidido considerar que constituyen su personalidad más profunda no hay que derrocharlos desparramándolos por ahí. Esas facetas más íntimas constituyen un bagaje sagrado cuya contemplación no ha de estar al alcance de la multitud. El resto de aspectos de menor trascendencia son los únicos susceptibles de ser exhibidos.

Teniendo claros estos límites el juego de la representación virtual en las redes sociales puede continuar, pero sin que nuestros hijos y alumnos se sientan atenazados por estúpidas exigencias de exhibición personal.

¡FELICES VACACIONES y que regresemos de ellas cargados de energía renovada… y renovable!

(“Tú decides”, nuevo portal para fomentar un uso seguro de la Red entre adolescentes: http://www.tudecideseninternet.es/menores/ )