Javi, Manu y Rai son tres chicos de quince años que viven en un barrio periférico y están condenados a pasar en él todo el verano. Se dedican a hablar de chicas y a compartir sus secretos, y ven como todas las familias tienen dinero para irse de vacaciones… salvo las suyas. Con mucho tiempo libre por delante, tienen que pasar las horas buscándose la vida y, sobre todo, aburriéndose, o divirtiéndose a su manera. Siguen soñando y esperando con poder tomar uno de los barcos que se anuncian en los escaparates de las agencias de viajes, salir del barrio y ver el mar.

La película Barrio escrita y dirigida por Fernando León de Aranoa en 1998 presenta de forma clara y diáfana la vida, los pensamientos y los sentimientos de la gente joven que vive en los suburbios y que cifran gran parte de sus posibilidades presentes y futuras en la consecución de un dinero que no tienen.

Para describir los personajes de esta historia lo más adecuado será acudir a las palabras del director y guionista de la película:

“Los paraísos con los que sueñan Manu, Javi y Rai no están tan lejos. De alcanzarlos les separa una autopista y doscientas mil pesetas de renta, un padre sin curro, una habitación compartida, enrejada, el calor del verano y cuarenta metros de protección oficial. De lo que en ellos se esconde les hablan los anuncios de la tele, los escaparates. Son las ventanas, las puertas de salida del barrio. Puertas falsas, claro, protegidas con alarma. No resulta difícil encontrarlos asomados en alguna de ellas, charlando, envidiando, soñando…

Sentados en el banco de su parque, las manos en los bolsillos vacíos y los pies en la tierra, en la tierra del parque, Javi, Manu y Rai le dicen no a las drogas. Y le dicen no al cine, y a las discotecas, y a jugar al tenis, y le dicen no a pasar las vacaciones en los Pirineos. Sentados en el banco de su parque le dicen no a todo, sencillamente porque no pueden decir otra cosa.”