El 21 de marzo se celebró el Día Mundial del Síndrome de Down, y, en pocas horas, la campaña promocionada por la organización Down España, a través de un vídeo llamado «La vida no va de cromosomas», se convirtió en un fenómeno viral en las redes. En el vídeo escuchamos y se ven niños y niñas españolas, con y sin SD, regalando frases como: «Mi mamá me da muchos besos y abrazos», «Mi mamá me hace muchas cosquillas», «Es guapa y bonita», «Me lleva al cine, me lleva al teatro, me lleva al parque», «Me hace pescadito con patatas», «Yo quiero mucho a mi mamá»… La idea de la campaña es reflejar el amor de madre-hijo/a sin importar si tiene o no esta alteración genética. En su web explican:
«Por eso, la campaña de este año destaca precisamente la felicidad que hijos y madres sienten por la relación que les une. Una relación en la que la discapacidad no marca ninguna diferencia. Para su realización, DOWN ESPAÑA ha contado con el testimonio de 10 madres de niños con y sin síndrome de Down, a las que se les preguntó cómo veían su labor como madres. Posteriormente se les mostró lo que sus hijos pensaban de ellas. El resultado: un vídeo que llega directamente al corazón.»
Cuando visualicé el vídeo, vino a mi memoria Pablo Pineda, ¿recordáis el joven que protagonizó el film «Yo también»? Inmediatamente comencé a buscar información sobre su vida, y, en esta búsqueda, tuve la grata sorpresa de leer que en el 2013 había publicado “El reto de aprender”, un libro en el que aborda aspectos como la educación y la enseñanza-aprendizaje, sin dejar de mencionar temas como la discapacidad y la inclusión. Quién mejor que él, para relatar de primera mano cómo ha sido su condición de aprendiz a lo largo de su vida, con sus sinsabores pero también con grandes éxitos. Logros como ser el primer diplomado europeo con Síndrome de Down, y ser galardonado con la Concha de Plata al mejor actor en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián de 2009 por su participación en la película mencionada, «Yo, también». El prólogo del libro ha sido escrito por el Dr. Roberto Salmerón Sanz, decano del Colegio Profesional de Educación de Madrid y también encontramos tres capítulos escritos por profesores universitarios que enriquecen la lectura con información sobre las personas con síndrome de Down y la enseñanza.
Pablo no ha cesado en su lucha por demostrar sus capacidades y, por supuesto, brega por la inclusión del alumnado en el aula ordinaria. Inclusión que necesita contar con los apoyos necesarios para que se respeten las características y necesidades de estos niños y niñas.En una ocasión en que he tuve un alumno con SD, me sentí en cierta medida culpable de no poder ofrecer todo lo que mi alumno requería. En muchos momentos tenía que estar sola, junto a veinticuatro peques de cuatro años, y las actividades que proponía en ese momento no se ajustaban a las características evolutivas de un niño con Síndrome de Down. Entonces, ¿somos los docentes los culpables? Sé lo que estáis pensando. No. No lo somos, porque con los compañeros y compañeras que abordo este tema (siempre me inquieta mi sensación), llegamos a la misma conclusión: apostamos por una verdadera inclusión cuando contamos con otros profesionales que nos orientan (recordemos que no es nuestra especialidad), y, sobre todo, atienden a estos niños como ellos y ellas merecen. Como es de conocimiento público, los recortes en personal están y continúan, así es que seguiré haciendo mi tarea con compromiso y con respeto, interactuando con las familias, con el resto de apoyos, y con templanza para no perderme en un mar de inquietudes. No me gusta tener la sensación de que perdemos el tiempo sino ofrecemos actividades y recursos apropiados a sus intereses. Insisto, muchas veces coincido con otros docentes en mi pensamiento.
Los logros de Pablo Pineda son como una pequeña luz que aparece, y sus reflexiones me dejan con un buen sabor de boca, porque su camino personal ha estado reforzado por su familia y también por muy buenos docentes (los malos… mejor olvidarlo). Y él nos dice que “Las personas no aprendemos en soledad sino en la interacción con los demás, porque todos nos enseñamos a todos y todos aprendemos de todos, de ahí no solo nace el aprendizaje sino también el desarrollo”. También su labor incesante en pos de la inclusión es un aliciente importante para todas las familias que tienen un hijo/a con Síndrome de Down. Actualmente, Pablo trabaja para la Fundación Adecco en Madrid, y a la pregunta de la periodista Ana del Barrio de prensa digital del Mundo «¿qué puede ofrecer una persona con síndrome de Down a una empresa para que le contraten?» , Pineda desgrana con pasión las virtudes que les hacen diferentes: «Aportamos mucha empatía porque nos ponemos siempre en la piel del otro, y también alegría porque solemos estar contentos. Somos muy sacrificados y nos adaptamos a cualquier cosa. Además, somos muy metódicos y eso da mucho a la empresa».
Esta es la sociedad que necesitamos, la escuela que anhelo, la del respeto a los demás, la que ofrece oportunidades y que acepta que todos tenemos un lugar en ella para aprender, para desarrollarnos, para realizarnos y, sobre todo, para ser felices.