24 noviembre, 2014

Para un adolescente tan importante es ir investigando qué metas le pueden resultar interesantes en todos los aspectos (personales, formativos, sociales, etc.) para embarcarse en ellas, como poseer la energía de perseverar en su consecución. Viene esto a cuento porque a veces los educadores pensamos que lo que nos corresponde en nuestra tarea de orientación, instrucción y motivación es plantearles objetivos que sean válidos por sí mismos, y que basta presentárselos con un buen barniz pedagógico para que ya sin más ellos sigan los pasos que les permitirán alcanzarlos. Sin embargo nos olvidamos de que un buen destino y una buena ruta nunca son suficientes   si los alumnos adolescentes que deben acometer ese objetivo andan escasos de gasolina en sus motores personales. Esa “gasolina” es la energía psíquica necesaria para renovar la motivación, aliviar el cansancio, mantener alta la autoestima, controlar las propias emociones, avivar la expectativa de control y eficacia, superar los fracasos y conservar la capacidad de esfuerzo que siempre requerirán todas las tareas que deban o pretendan emprender.

Los psicólogos usan para esto una palabra directamente traducida del original inglés (empowerment). Se refiere al proceso por el cual las personas fortalecen sus capacidades, confianza, visión y protagonismo como grupo social para impulsar cambios positivos de las situaciones que viven. Así pues este “empoderamiento” es el proceso de auto-generación de energía psíquica que permite a las personas sentir que gracias a ella pueden dirigir su vida. El término ha ido ampliando su campo  de aplicación (desarrollo, trabajo social o comunitario, mundo empresarial, etc.), subrayando siempre la importancia de la participación de las personas, porque en definitiva consiste en saber sacar la energía que existe en las propias capacidades personales.

¿De dónde procede el funcionamiento de ese mecanismo que fortalece las propias capacidades? A veces se adquiere de un modo muy natural a partir del sentimiento de confianza en uno mismo y en sus virtudes cuando ese sentimiento ha sido potenciado en la infancia por el entorno familiar y social más inmediato. Posteriormente puede permanecer incólume durante un tiempo merced a haber vivido sólo situaciones poco adversas u obstáculos fácilmente salvables, pero en la etapa de la adolescencia podría quebrarse en mayor o menor medida cuando surgen los inevitables vaivenes y cambios, tanto físicos como psicológicos, que la caracterizan. Y sobre todo no conviene olvidar los casos en los que un chaval o una muchacha han llegado a la adolescencia arrastrando un bagaje previo de inseguridades, falta de acogimiento y apoyo, fracasos abundantes y sentimientos de incapacidad. Cuando el temporal de la nueva etapa hace de las suyas esas sacudidas les acaban de dejar a todos ellos un poco para el arrastre, es decir, con un sentimiento pobre o muy disminuido de capacidad a la hora de enfrentarse a los nuevos retos que se les presentan.

¿Qué podríamos hacer para que nuestros alumnos aprendan a generar fuerza y sentimientos de “poder” personal para mantenerse recios y seguros de sí mismos? La respuesta a esta pregunta se las trae, no cabe duda, pero podría consistir en una mezcla de varias intervenciones: sugerencias de introspección que han de hacer por su cuenta, puesta en marcha de conductas de confirmación que pueden realizar los compañeros, evaluaciones de logro y de esfuerzo que nos toca efectuar a padres y educadores y un entrenamiento especial en el manejo de auto-instrucciones por parte de los propios adolescentes. Este surtido no debería quedarse en un mero escaparate para escoger una o dos opciones, ya que un genuino plan educativo de actuación, de cara al fortalecimiento del aplomo de los alumnos, tendría que recoger el muestrario completo porque esa variedad les aporta el apoyo necesario para “rellenar el depósito” de la confianza y seguridad en sí mismos. El rellenado es el proceso de “empoderamiento”.                 

Unas breves pinceladas acerca de esas intervenciones. Las sugerencias de introspección se pueden organizar reuniendo a los alumnos para que de manera individual respondan por escrito a una serie de preguntas de auto-conocimiento. Por ejemplo: ¿qué cosas valoras de tu persona y qué cosas te parecen defectos?, ¿qué contribuye a elevar tu autoestima y qué a rebajarla?, ¿cuáles son tus fortalezas?, ¿cómo te sientes siendo fuerte?, ¿cuáles son tus debilidades?, ¿cuáles son las fortalezas de tus debilidades?, ¿qué cosas tuyas te provocan emociones?, ¿en qué signos depositas tu confianza?, etc. Para contestarlas tienen que mirar dentro sí y de este modo se hacen más conscientes de lo bueno que tienen. Las conductas de confirmación consisten en hacer que alumnos emparejados se digan con sinceridad la virtud o característica personal de fondo que ven o creen ver en el otro. Pese a que el receptor estime que no es consciente de poseerla, esa mirada externa de alguien que intuye en él o ella esa virtud se puede convertir en una invitación a que aspire a buscarla y ejercitarla. 

Las evaluaciones de logro y esfuerzo de los educadores consisten en reconocerles de modo directo y discreto, cuando surja la ocasión, el grado de logro o de esfuerzo que hacen en algún aspecto (por ejemplo, “veo que has organizado los apuntes”, “me gusta que te juntes con unos compañeros a preparar la evaluación”, “me alegro de que llegues a tiempo a clase”, etc.) y en darles pistas concisas de cómo pueden mejorar en lo que anden más flojos. Finalmente el entrenamiento en el manejo de auto-instrucciones requiere indicarles cómo han de hablarse a sí mismos para darse ánimos cuando algo les cueste o atemorice, cuando deban afrontar un error o fracaso, cuando necesiten traer al momento presente una fortaleza o virtud que les recuerde que cuentan con una buena capacidad o cuando toque felicitarse por algo bueno, pequeño o grande, que hayan conseguido.

El saber captar el poder propio es un nuevo paradigma de gestión del talento humano, y aunque es muy posible que estas pistas no sean suficientes por sí solas para que nuestros alumnos recarguen siempre y en todo momento la sensación de confianza en sí mismos que les haga sentirse fuertes y poderosos, al menos les servirán para que se vayan  acostumbrando a la idea de que gran parte de su seguridad personal va a residir en lo que ellos sepan hacer con sus fortalezas. Para llegar a ser autónomos tendrán que darse cuenta de que esas potentes energías renovables están ahí, esperándoles.