12 julio, 2022

Ahora que el verano nos invita a parar, a coger cierta distancia, a dejar la mente en blanco. Ahora que el colapso de la vida diaria deja paso a otros días que pueden dedicarse a la desfragmentación de nuestros discos duros, ahora que es posible imaginar cómo algunas cosas pueden cambiar a mejor, también puede ser el momento de mirar hacia dentro y alrededor con ojos de futuro.

Un cambio que lleva su tiempo.

Hace diez años se puso en marcha el proyecto de ámbito europeo Future Classroom Lab (FCL), lo elaboró el consorcio de Ministerios de Educación de la Unión europea, el European Schoolnet. Después fue el INTEF, en colaboración con las comunidades autónomas, quien adaptó esta idea para crear Aula de Futuro.

Éste proyecto tiene una web de consulta muy completa con información sobre interesantes secciones de Formación y Recursos para incorporar centros educativos: https://auladelfuturo.intef.es

Aula de Futuro se creó con la finalidad de potenciar el uso de las metodologías activas, para explorar las posibilidades que ofrecen a la educación las tecnologías digitales, y para aprovechar los espacios disponibles en los centros dándoles flexibilidad y explorando nuevos usos.

¿Qué se busca con éste cambio en las aulas?

En una reciente entrada en Educación Conectada, hablábamos con el especialista Siro López que nos indicaba algunas cosas que él veía importantes a la hora de plantear un aula, y en todo caso, además de hablar de cosas concretas, como espejos, plantas, zonas de exposición de trabajos, instrumentos musicales… siempre apuntaba que lo fundamental es que el orden, la estructura y los espacios de la clase deben obedecer a un proyecto pedagógico.

El objetivo de Aula de Futuro, citando sus propias fuentes, es favorecer el desarrollo competencial del alumnado a través de diferentes tipos de actividades: crear, investigar, desarrollar, presentar.

Y dentro de ese objetivo es donde se propone fomentar este tipo de actividades a través de zonas de aprendizaje. Y ese es el gran cambio que se plantea, un cambio en la organización del espacio y en los recursos educativos, que incluye y necesita también de otro cambio, más difícil de conseguir; el de mentalidad.

Recursos y tecnología, espacios y flexibilidad.

Con la misma velocidad con la que un mensaje vuela de una punta a otra del planeta se están incorporando nuevos recursos a la educación, y esa incorporación nos invita a rediseñar los espacios en los que esos recursos van a ser utilizados.

Los materiales bibliográficos de hace pocos años hoy son recursos tecnológicos. Los libros, manuales, revistas van dejando paso a tablets, pantallas, robots. Es el impulso del cambio, la fuerte y aparentemente imparable marea de la tecnología.

Para evitar que sea precisamente la tecnología la que se convierta en el centro de atención de las clases, y que se corra el riesgo de que desplace al alumnado del lugar central que le pertenece, es imprescindible no perder de vista los objetivos:

Si entre los objetivos están que los niños y las niñas mejoren su capacidad de compromiso y perseverancia, que trabajen en equipo, que desarrollen su creatividad. Si también tenemos como meta que aumente su capacidad de empatía y su autoestima, que sienta motivación hacia el aprendizaje, que tenga capacidad para organizarse y para adaptarse a los cambios. Y si, además, marcamos el camino hacia la mejoría de su capacidad para comunicarse y de tomar decisiones adecuadas para conseguir sus objetivos.

Si ese es el foco, si esas son nuestras metas, entonces, los espacios se adaptarán al alumnado y no serán espacios necesariamente centrados en lo digital. Entonces las aulas serán lugares cada vez más amables, zonas donde poder hacer volar la imaginación mientras se mantienen los pies en el suelo.

Aulas de futuro

El gran cambio que se plantea es un cambio en la organización del espacio y en los recursos educativos

           Con la misma velocidad con la que un mensaje vuela de una punta a otra del planeta se están incorporando nuevos recursos a la educación, y esa incorporación nos invita a rediseñar los espacios en los que esos recursos van a ser utilizados.

 

El ejemplo de Extremadura y AdFE.

A primeros de este año 2022 se publicó la noticia de que había ya 48 aulas implantadas dentro del proyecto Aulas de Futuro de Extremadura (AdFE). Mientras la prensa centraba el interés en determinadas cualidades tecnológicas de estas aulas: conexión ultrarrápida a internet, más tecnología, gafas de realidad virtual, materiales de robótica y microscopios digitales…, El profesorado llamaba la atención sobre las metodologías activas, su mayor interés era, y es, transmitir que estas aulas no son espacios con la tecnología como fin, sino como medio, como herramienta para los aprendizajes en competencias, como recurso para profundizar en el trabajo cooperativo y para facilitar la iniciativa individual.

Resulta de gran interés comprobar cómo el proyecto AdFE se aleja del concepto de aula tecnológica y se enfoca hacia la creación de aulas diseñadas para programas educativos diseñados para que el alumnado se forme en lo referente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Teniendo en cuenta que cuatro de esos diecisiete objetivos son

  • Salud y bienestar
  • Educación de calidad
  • Trabajo decente y crecimiento económico
  • Y reducción de las desigualdades

Parece que, a todas luces, es un proyecto perfectamente alineado con la Agenda 2030.

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