9 enero, 2017

¿A quién no le ha tocado en las últimas semanas apuntarse a algunos de los últimos “challenges” (desafíos) virales que youtubers de moda o instagrammers muy cool nos retan a hacer? Y ála, alguien de tu grupo viene con la idea estupenda de tiraros toda la tarde con un Maniquí Challange ¡y ya es un no parar! Y aunque tus riñones se quejen a gritos y sabes que tendrás agujetas toda la semana por la dichosa fiebre paralizadora de moda, si tu grupo de colegas quiere hacerlo, pues todo sea por el grupo ¿no?

Porque hay unas edades en las que lo que más nos mola es estar en grupo, salir con varias amigas y amigos a hacer ¡lo que sea! Nos da igual el qué. De hecho los estudios sociológicos dicen que en la juventud la característica casi invariable de “la grupalidad juvenil” es la necesidad de “estar juntos sin más” (Urresti), es decir, nada de grupos formales, con regularidades o compromisos mutuos, lo que gusta es “un juntarse sin tarea ni objetivo […] estableciendo microclimas grupales sin grandes tareas sociales” (Taber & Zandperl). Vamos, lo que viene siendo un ¡¡pasar tooooda la tarde con tus colegas a la bartola sin ninguna preocupación!! Disfrutando simplemente de haberos juntado.

¿Quién no recuerda cuando tu grupo del cole o del barrio pasa a ser tu “nueva familia”? Y ya lo que te apetece es salir todo el rato con tu gente, tus colegas. Ahí es donde ahora sientes que “sucede todo”. Lo importante pasa ahí, lo que mola. Ahí es donde te apetece compartir, experimentar, probar,…

Pero claro, a veces ocurre que para ser parte del grupo y sentir que perteneces a él, te toca ser un poco diferente de cómo tú realmente te sientes o quieres ¿no te ha pasado alguna vez?

Lo que vienen llamando, así técnicamente, “presión de grupo”. El “o-lo-haces-o-estas-fuera” de muchos grupos que, para que engañarnos, es una mierda. Y, a veces, demasiado frecuente.

Hay momentos en los que esto de la presión de grupo es más sutil y va más de cómo nos dejamos influenciar por las y los demás.

En 1951 un tal Solomon Asch, psicólogo experto en estudios sobre la presión de grupo, hizo un experimento muy chulo sobre el tema.

En él juntó a un grupo de estudiantes a los que se les daba unas fichas con líneas verticales con el fin de que las comparasen y dijesen cuáles eran las de mismo tamaño ¡por lo visto las diferencias se apreciaban claramente!

Sin embargo, sólo uno de los estudiantes era objeto de estudio; el resto eran cómplices que responderían según se les mandase. Al principio las respuestas eran todas correctas, pero en un momento las personas compinches respondían conjuntamente de forma errónea todas a la vez.

Las personas objeto del estudio afirmaron que sintieron un gran malestar ante esta situación, y casi el 37% de las veces respondieron de forma incorrecta, aun sabiendo que lo era, porque el grupo lo había hecho. Y todo sea por no “quedarte fuera” del grupo.

Concluía este estudio que parece ser que efectivamente SÍ tendemos a dejarnos llevar por la opinión del grupo, aun cuando ésta pueda no parecernos la adecuada ¡¡o incluso sabiendo que es incorrecta o no nos mola nada! Como si llevar la contraria a la mayoría fuera algo mal visto o inadecuado.

También puede que sintamos que nos rechazan o que nos parezca que nos hemos equivocado simplemente por el hecho de opinar de forma distinta. El caso es que la presión de grupo está ahí y en ocasiones no es fácil librarse de ella o saber cómo no caer en ella si sientes que no te va a molar nada hacer lo que todo el grupo quiera. Para eso es importante tener claro lo que queremos, sentirnos libres para decirlo y hacerlo y saber pasar de esas dichosas presiones…

Porque a veces lo que nos apetece es sentirnos como la tecla F12, ¡esa que habita en la zona superior y desconocida de nuestro teclado del ordenador y a la que nadie presiona! Libres para ser como nos de la gana, en grupo y sin él.

¿Y TÚ QUÉ… te sientes sin presión en tu grupo?

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