3 septiembre, 2016

Y llegó septiembre y se acabó el verano… y empiezan el curso, las clases y los “a ver este año qué tal”, “a ver si tengo suerte con mis profes….y con mis compis, con los horarios”. Y si este mes tocan exámenes de recuperación, volvemos a escuchar o decir lo de “he tenido mala suerte, el profe me tiene manía” o “a ver si hay suerte y me toca lo único que estudié en verano”

¿Te has parado a pensar la de veces que mencionamos la suerte en nuestras vidas?

Y en época de exámenes mucho más, de hecho los estudios dicen que cuando crees que vas a tener buena suerte en un examen tienes más probabilidades de aprobar porque se reducen los nervios, estrés y ansiedad que causan 2 de cada 10 suspensos. Pero ¿de qué depende la suerte?

Pues resulta que ni cruzar los dedos, ni evitar pasar por debajo de una escalera, ni buscar un trébol de cuatro hojas, ¡ni siquiera esquivar un gato negro!… para llamar a la buena suerte hay formas mucho más científicamente refrendadas.

Richard Wiseman, profesor en la Universidad de Hertfordshire en Inglaterra, se ha convertido en el referente mundial del estudio de la suerte (incluso ha fundado la llamada Escuela de la Suerte) y sus investigaciones están siendo validadas y seguidas en la actualidad por las Universidades de Harvard y la University College. Wiseman defiende que sólo el 10 % de nuestra existencia es aleatoria, debida a la suerte y el 90 % restante se define por nuestra forma de pensar. Sí, sí, que lo de la suerte por lo visto tiene mucho que ver con nuestra actitud en la vida.

Wiseman dedicó una década a estudiar a las personas que se consideraban afortunadas y a las que se consideraban desafortunadas. Y llegó a la conclusión de que básicamente hay tres factores que explican por qué las cosas buenas siempre les pasan a las mismas personas:

Primer Factor: que estas personas acostumbran a hacer caso a sus corazonadas. Las desafortunadas ignoran su propia intuición y luego se arrepienten de la decisión tomada. Segundo Factor: los individuos con suerte perseveran cuando sufren un fracaso, mostrándose siempre optimistas: acostumbran a pensar que sucederán cosas buenas y, el tercer Factor que comparten, es que tienen la habilidad de convertir la mala suerte en buena suerte ¿Emh? Pues que esta gente ante la obligación de llevar a cabo un cambio, deciden afrontarlo como algo deseado o positivo. A esto en psicología lo llaman tener «mentalidad de inversión» que es la capacidad de poder imaginar al instante que las cosas podrían haber sido mucho peores, pero que afortunadamente no lo son.

Vaya, así para resumir, que no es casualidad que normalmente esas personas suelan ser positivas, alegres, activas y seguras de sí mismas y tienen S.U.E.R.T.E porque Saben Utilizar Efectivamente los Recursos para Tener Éxito. Y, sin embargo, las personas que dicen que siempre tienen mala suerte suelen ser negativas, depresivas, desconfiadas, constantemente de mal humor…

De todas formas, si a ti esto de que la suerte es producto de nuestros pensamientos y comportamientos no te convence del todo (por eso de que dices que tienes un tío en Cuenca que es negativo y gruñón y le tocó la lotería), te dejamos uno de los antiguos y famosos relatos chinos sobre la suerte ¡que de esto saben mucho que tienen hasta galletas!

Un anciano labrador tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: « ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe? Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?». Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?». Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?

¿Y TÚ QUÉ… crees en la suerte?

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