29 enero, 2024

Avanzamos ya por 2024. Como las piezas de un dominó infinito van cayendo los fines de año. Incorporar el paso del tiempo a la evolución o al retroceso depende en gran medida de la voluntad humana. Asegurarnos de que lo que llamamos progreso es realmente progreso y que perder la esencia del pasado nos hace retroceder, nos permite afrontar el futuro pisando terreno seguro.

Hablamos de educación, nuestra razón de ser, de su evolución y su presente. Hablamos, por lo tanto, de avanzar, de adaptarnos, de abrazar el desarrollo como aliado, de devolver a quien educa el prestigio que nunca debió perder.

El proceso de digitalización de nuestro mundo ha impregnado el aprendizaje y la enseñanza, por la simple razón de que forman una parte (y de las más importantes) de nuestro mundo.

En este camino trazado desde hace décadas, aquellas señales de alarma que nos alertaban de la desaparición del papel y con él del libro, nos anuncian hoy el ocaso de la creación personal, nos ponen en guardia ante la Inteligencia Artificial, a la que aún, según apuntan voces agoreras, no dominamos y tal vez pronto nos dominará.

La tecnología, mientras se discute sobre si es buena o mala, evoluciona de modo vertiginoso, y nos invita a utilizarla sin perder nuestro viento de cola y sin cambiar rumbo ni objetivos. La tecnología, para la educación, no es un fin en sí mismo, sino un recurso más a añadir, parafraseando a Ortega y Gasset, a la esencia del ayer que tuvo la virtud de crear este hoy mejor.

¿Dónde estamos?

 Para trazar un mapa de situación nada mejor que acudir a quienes aportan la lupa de ampliación de la mirada.

Dos publicaciones realmente ilustrativas, ambas basadas en un poderoso trabajo de campo nos aportan, para empezar a situar la cabeza en 2024, los datos de la realidad que nos pueden ayudar a tomar decisiones.

El Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad ha publicado Brújula, una guía de gran utilidad que aporta un conocimiento profundo de la realidad de la situación de la infancia y adolescencia española y de su relación con las tecnologías.

Dos de cada tres docentes considera que el uso de las tecnologías mejora los niveles de motivación del alumnado.

Cosas que podemos confirmar gracias a este trabajo:

  • Que en las familias con menores ingresos hay un menor acceso a la red que en las de rentas más altas.

Algo que cabría esperar. Sin embargo, la horquilla del porcentaje no es excesivamente amplia. Los menores de las familias con ingresos por debajo de los 900 euros, acceden a la red en un 92% , mientras que en las de rentas altas (2.500 euros o más) el uso de Internet es de un 98%.

  • A éste dato se le une que el 95% de menores de entre 6 y 15 años vive en hogares con medios o recursos suficientes para realizar actividades escolares en línea.
  • Y, como añadido importante a esta realidad, nos encontramos con que siete de cada diez menores tienen teléfono móvil.

Esta situación nos acerca, por tanto, a una realidad; un escenario social en el que la docencia necesita incluirse. Y, de hecho, lo hace.

¿Podemos confirmar en este inicio de año que los planteamientos de la educación han entrado en esta evolución de los acontecimientos? Sí, y lo han hecho de lleno.

Las corrientes de pensamiento al respecto de la digitalización de las aulas van, poco a poco, unificando criterios, la capacidad de motivación de las tecnologías y de atender necesidades específicas parece estar ya fuera de toda duda. La posibilidad de generar un déficit en el pensamiento crítico y la creatividad individual también están en el punto de mira de toda la comunidad educativa.

Se van acercando puntos de vista que confirman que la tecnología es un extraordinario recurso educativo, que, sin embargo, no tiene ningún valor si detrás de su utilización en las aulas no hay un sólido trabajo docente.

El mapa de situación se puede completar comprobando la información que arroja el más reciente Estudio sobre el uso de la tecnología en la educación.

Se trata de un documento elaborado por BlinkLearning en colaboración con diversas instituciones internacionales.

De los datos que se desprenden de este estudio podemos confirmar que la digitalización de la educación es una realidad totalmente afianzada

  • En España, el 91% de los centros educativos ya ha integrado la tecnología a sus aulas.

Y se valora como la mayor área de mejora la formación docente en competencias digitales. Lo que evidencia una necesidad que viene, además, de la autoexigencia.

¿Qué otras cosas conviene conocer?

 Una de las conclusiones es que una amplia mayoría de docentes considera que las tecnologías fomentan una comunicación más fluida y directa entre su figura y el alumnado, y que pueden llegar a aplicar una educación más individualizada.

Que dos de cada tres docentes considera que el uso de las tecnologías mejora los niveles de motivación del alumnado.

Que nueve de cada diez docentes ya incorpora recursos digitales en sus clases. Y que la mayoría utiliza materiales creados por editoriales especializadas.

En España, el 91% de los centros educativos ya ha integrado la tecnología a sus aulas.

En opinión del profesorado que ha participado en el estudio, el empleo de las tecnologías no implica necesariamente mejores notas, pero sí tiene una incidencia positiva en aspectos como la autonomía, la motivación o la comprensión tecnológica.

Al margen del uso de la tecnología, el estudio aporta una percepción del profesorado que conviene apuntar y tener muy en cuenta a la hora de elaborar planes de futuro:

  • Las personas que se dedican a educar a nuestra infancia y adolescencia perciben un descenso en la valoración de su profesión por parte de la sociedad.

 Una sociedad que avanza con la incorporación de las habilidades que más se van a desarrollar en los próximos años -que se incorporan ya a la educación para complementar a la adquisición de conocimientos-: la creatividad, el pensamiento crítico, la comunicación y la colaboración, esa sociedad que avanza, tiene que devolver el prestigio social a quienes se ocupan de formar su futuro.

 

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